Bilbao, la censura y los ornitorrincos

Bilbao, 9 de junio de 1981. Unos cuentos meses antes de nacer yo. El entonces alcalde de la villa, Jon Castañares, ordenó la incineración de mil ejemplares de un libro editado por el propio ayuntamiento. Ese libro recogía las obras premiadas en la primera edición del Premio Villa de Bilbao de cuentos junto con una veintena de los finalistas. El jurado, integrado para los cuentos en castellano por Ramiro Pinilla, Luis de Castresana y Gregorio Sanjuán, y para los cuentos en la modalidad en euskera por Angel Zelayeta, Iñaki Zubiri y Alfonso Irigoyen, había nombrado ganadores: al escritor navarro Juan Jesús Fernández de Retana con el cuento titulado Epitafio del desalmado Alcestes Pelayo en la modalidad en castellano, y a Joseba Sarrionandia con el cuento Enperadore eroa (El emperador enloquecido) en la modalidad en euskera.

Las razones que llevaron a este ejercicio de censura y quema fueron, o así lo justificó el PNV, partido que gobernaba en aquel año, que respondían al sentir de sus votantes y que el libro era blasfemo por contener palabras malsonantes y soeces —entre esas palabras destacaron la terrible «útero»—, por lo que no era un libro adecuado para su reparto en escuelas.

Por supuesto hubo quejas desde la bancada política de izquierdas, se presentó una denuncia en el juzgado y se consideró un «deterioro del patrimonio cultural y editorial del País Vasco». Ese mismo año, a iniciativa del colectivo de libreros, editores, distribuidores, entidades culturales y críticos literarios, se realizó una edición especial con el nombre de Cuentos incombustibles,​ que reproducía los textos destruidos con una indicación cruzada en la portada que decía «Este es el libro quemado por el alcalde de Bilbao». En 1983 una sentencia de la sala de lo contencioso-administrativo de los juzgados de Bilbao declaró nula la decisión del alcalde. 

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Esta anécdota, más resumida —me ha perdido la curiosidad por tratarse de un suceso ocurrido en mi ciudad y he rebuscado un poco de información–, es una de las que se mencionan en relación a la censura el el ámbito literario en Vida secreta del ornitorrinco, la última novela de Esther Zorrozua.

La historia, dividida en tres puntos de vista aunque tratados siempre en primera persona, nos habla de Elías, de Olaia y de Alfredo. Elías es bibliotecario en Bidebarrieta y auto nombrado defensor de la moralidad —de su moralidad, claro está—, roba de su trabajo aquellos libros que considera que no son adecuados para los lectores. Alfredo, taxista, vecino del anterior, es un hombre acostumbrado a estudiar con calma la naturaleza humana, a desentrañarla a partir de lo que ve entre carrera y carrera. Su sobrina, Olaia, se ha instalado en su casa para comenzar sus estudios universitarios de filología.

Las vidas de estos tres personajes se entrelazan a través de la literatura y, sobre todo, de la censura. Una de las primeras obras que Olaia debe analizar es la ahora tan polémica Lolita, de Nabokov. Libro que, claro está, Elías no va a dejar en manos de una mente tan joven y pura. La guerra entre ambos está declarada.

esther zorrozua
esther zorrozua. Fuente: Web de la autora.

Vida secreta del ornitorrinco es, como decía, una historia sobre la censura, pero no solo en el sentido más literario del aspecto. También es un interrogante abierto sobre cómo la censura se modula, cambia en función de las circunstancias sociales. Lo que ayer era un campo vedado hoy provoca la risa de los jóvenes ante las escandalizadas miradas de sus padres. Pero si hay una cuestión que aún suscita mayor interés es la autocensura, el modo en que nosotros —Olaia es el caso más evidente, pero no el único entre la galería de personajes de la novela— nos cerramos a determinadas experiencias, guiados por nuestra educación pero también por el qué dirán.

Esther Zorrozua también deja caer con tino la cuestión de si la censura puede existir en un tiempo donde la tecnología lo domina todo. En 1981 algún ejemplar salvado de la quema garantizó una reedición de los relatos; en 2018  tendríamos ese libro en formato digital descargable en un día, un ejercicio de protesta similar a Finding fariña, la web desde la que era posible, salvando el secuestro judicial del libro de Nacho Carretero, leer la obra extrayendo su texto desde las páginas del Quijote —tal vez eso también explique lo de «todo está escrito»—. La censura funciona hoy en día como una suerte de efecto Streisand, ejerciendo un poder de atracción y difusión mucho mayor que si se hubiera optado por dejar caer en el olvido el libro.

En Vida secreta del ornitorrinco, Esther Zorrozua incluye, a modo de epílogo, una lista de enlaces y fuentes a artículos y estudios sobre la censura ejercida desde el principio de los tiempos hasta fenómenos más recientes como Wikileaks; censura que se ha venido ejerciendo independientemente de quién estuviera en el poder, de las inclinaciones políticas preponderantes. Censura que en ocasiones lleva a la rebelión de las masas —a la de Olaia, que como cabe esperar no tarda apenas en encontrar otra opción para leer la obra deseada— y en otras demuestra lo manipulables que pueden llegar a ser.

Al margen de esta cuestión, que da para debatir durante tiempo, es cierto que el interés por el resto de acontecimientos de la novela se diluye y desaparece, en especial la trama al a que da origen el eclipse que va a suceder en breve y que dispara el ritmo narrativo, abocándolo a un final abrupto y no demasiado relacionado con el resto, al menos no encajado de forma que funcione bien.

En todo caso, Vida secreta del ornitorrinco nos ofrece la oportunidad de analizar las prohibiciones desde un punto de vista más amplio, más enmarcado en una situación concreta y menos en el aquí y el ahora, como paso previo a un análisis más profundo.

AF la vida secreta del ornitorrinco

  • Título: Vida secreta del ornitorrinco
  • Autor: Esther Zorrozua
  • Editorial: Baile del sol (Podéis encontrar más información sobre el libro aquí)
  • 190 páginas. 15,00 Euros (formato papel)

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