Rebelión en la granja: la no tan sutil metáfora infantil

Rebelión en la granja lleva un par de años en mis estanterías. Tampoco es algo extraño; muchos libros llevan hasta tres o cinco veces más a la espera de que le llegue su turno. A este le ha llegado el turno por culpa de una conversación casual con mi pareja. Le parecía extraño que no lo hubiera leído. Es una lectura del instituto, me comentó. Bueno, yo en el instituto leí las dos partes de El Quijote, aunque no recuerdo mucho, como me sucede con tantas lecturas de aquella época que no era lo suficientemente madura para asimilar. Aún así sentaron la base de quien soy hoy como lectora.

También puede ser que me diera cierto miedo leer el libro. Como me sucede con esas obras reconocidas que «no puedes dejar de leer». Las expectativas abarcan extensos campos de literatura desbordante. Luego está la realidad, el golpe, la decepción que no hubiera sido sin esas referencias tan elevadas a la enésima potencia.

Algo así me ha pasado en esta ocasión. Es un sí es no es. Pero ahora que la reserva de novedades literarias está casi extinta —ese puñado de libros que arramplé el último día y que, por suerte o por destino, me está dando bastantes alegrías— por fin puedo decir que he leído Rebelión en la Granja.

Una fábula infantil destinada a otro público

A grandes rasgos y mirando solo por encima, Rebelión en la granja es la historia de la granja de los Jones. No tratan con especial cuidado a sus animales y estos, hartos de su situación, deciden rebelarse y emprender un combate que resulta en la expulsión de los hombres y en la instauración de un nuevo régimen en el que todos decidirán su futuro. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, los cerdos se erigen en voz que lidera y todos acaban por acatar sus decisiones que son, supuestamente, por el bien general. Cuando llega el final su situación es peor y más cercana a la esclavitud de lo que lo fue nunca.

George Orwell construye con este texto una fábula a la medida de sus opiniones políticas, contrarias al totalitarismo y, más en concreto, al estalinismo que imperaba en ese momento en Rusia.

La doble circunstancia política

Así, la novela resulta en una bastante precisa descripción de la llegada de Stalin al poder y la opresión que el pueblo soviético estaba sufriendo por «el bien del pueblo», por el bien de ellos mismos, transformados en mano de obra intensiva.

Rebelión en la granja sufrió grandes dificultades para su publicación. El momento no era el más propicio. T. S. Elliot, editor de Faber&Faber y escritor que ganaría el Nobel de literatura cuatro años más tarde, en 1948, fue tajante en su negativa: «No estamos convencidos de que éste sea el correcto punto de vista desde el que criticar la situación política del tiempo presente». No solo eso, sino que se le invitó a no presentar a la editorial más manuscritos, decisión de la que se arrepintieron amargamente al no poder contar en su catálogo con 1984, la obra que hizo más famoso a Orwell. A modo de enmienda y aún avergonzados, su intención para este 2020 es reeditar Rebelión en la granja —en este año quedan libres de derechos la obra— junto con la carta de renuncia.

No fue, por supuesto, la única editorial que no se arriesgó a ponerse en contra de la opinión pública. Inglaterra estaba en ese momento aliada con Rusia, a la que veía como una fuerza contundente que le ayudaría a terminar con el nazismo. Los editores temían ponerse en contra a la opinión pública, más aún cuando Orwell había optado por representar a Stalin como a un cerdo.

La crítica a la cultura

La forma parece, decía, apta para un adolescente. El contenido no. O tal vez sí si pensamos que Orwell no fue capaz de comprender que el alcance de su metáfora iría mucho más allá de lo esperado, que sería apta para cualquier situación de dominación sobre el grupo: desde el ejercicio del bulling en el patio de la guardería hasta una dictadura supranacional. El eterno debate entre forma y fondo retoma su lugar aquí. No es un descuido: Orwell quería ser entendido y por eso escogió una estructura sencilla, que pudiera ser traducida a cualquier idioma sin perder su esencia.

Es curioso que renuncie a una forma de «alta literatura» —lo que quiera que se pueda entender por eso— pero al mismo tiempo ejerza una crítica mordaz a la falta de cultura. Los cerdos se erigen en especie dominante porque son los más inteligentes pero también porque son los únicos capaces de leer y escribir con fluidez. El resto de animales, la masa inculta, incapaz de distinguir más de un puñado de letras del abecedario, se postra ante aquellos que cree que saben más. Tal vez entonces sea la erudición, la cultura, el saber como siempre se ha mantenido, la solución para evitar estos dominios atroces de nuestras voluntades.

Rebelión en la granja manifiesta así un potencial y una actualidad nada despreciables. Y es entonces cuando se entiende su poder literario.

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  • Título: Rebelión en la granja
  • Autor: George Orwell (traducción de Miguel Temprano García y Marcial Souto Tizón)
  • Editorial: DeBolsillo (más información del libro aquí)
  • 144 páginas. 7,95 Euros (formato papel); 4,99 Euros (formato digital)

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