Un pueblo de Oklahoma

Oklahoma es uno de esos estados de Estados Unidos que todos situamos en el mapa con un punto muy, muy gordo, que disimule nuestra falta de previsión. En la línea imaginaria vertical que, desde Dakota del Norte hasta Texas, divide el país en dos mitades bien reconocibles y que deja a este estado, por lo tanto, en tierra de nadie. De allí es oriundo George Miller (1906), más concretamente del pequeño pueblo de Coweta de cuyas mil trescientas almas se apresuró a escapar con apenas diecisiete años, convirtiendo su vida en lo más parecido a una road movie, moviéndose cada poco tiempo de localización y viviendo de publicar artículos en diversos periódicos.

Dicen en muchos talleres de escritura que lo mejor es empezar a escribir sobre aquello que conoces —en otros dicen justo lo contrario, y nadie ofrece pruebas de qué técnica es la válida—. George Miller cumple a la perfección con esta norma en su colección de relatos Un pueblo de Oklahomatreinta y seis historias, treinta y seis vidas al descubierto que, sin duda, tienen un alto componente autobiográfico. Pero, a diferencia de lo que sucedió con otros autores como Dalton Trumbo, a quien aún se recuerda con furia y odio en su pueblo natal por la precisión con que refleja a sus habitantes en su primera novela, Eclipse, George Miller, tras un tiempo en el que su nombre fue olvidado, ha sido recuperado en la memoria colectiva de su estado de Oklahoma, y se le describe como a un buen escritor, alabado por la critica, en especial por dos de sus obras: Un pueblo de Oklahoma, editado por Harcourt en 1931, y No more Trumpets, editada en 1933, una nueva colección de relatos breves ambientados en diferentes localizaciones de Estados Unidos en las que vivió (podéis leer una buena biografía del autor en la Sociedad Histórica de Oklahoma)

En 2017 es cuando la editorial Sajalín —que no me cansaré de recomendar, aunque admito no ser imparcial porque su catálogo encaja muy bien con mis preferencias literarias personales— ha recuperado esta pequeña joya. Un pueblo de Oklahoma conforma un tapiz muy bien estructurado, donde cada historia puede leerse de forma independiente, pero forma en su conjunto una descripción precisa de un pequeño pueblo —el suyo, aunque no lo nombre—del centro estadounidense en la década de los años veinte, una época en la que la crisis por la caída de los precios en la agricultura ya estaba dañando seriamente a los grandes terratenientes y aún estaba por llegar la gran crisis del veintinueve, precedida por el tristemente famoso jueves negro.

Así, en este pueblo de mala muerte, parecen coincidir todos los elementos que dan forma a una convulsa sociedad: aún están demasiado cercanos los ecos de la Primera Guerra Mundial, el racismo está lejos de ser erradicado en la práctica, más aún en estos ambientes tan alejados de la justicia social; reinan la corrupción, las envidias y la codicia, y no hay vecino que no parezca guardar un esqueleto –o un montón de ellos— en su armario; las religiones se disputan a sus fieles aunque sea incendiando las iglesias de los demás y los borrachos campan a sus anchas por las calles.

Todos los prismas se entremezclan en estas pequeñas, muy breves historias. George Milburn tiene la habilidad para, partiendo de anécdotas que, lejos de ser deprimentes o tristes, como cabría esperar de lo anterior, se mueven más por el cinismo, la ironía e incluso el más puro humor negro, ampliar las miras del lector para ofrecerle la visión global de la sociedad.

En Un pueblo de Oklahoma no hay vencedores; en todo caso, se podría decir que todos están vencidos, sobrepasados por las circunstancias, y que la huída, ya sea real o imaginaria, es el destino inequívoco de la mayoría de los habitantes. El lector se imaginará sin asomo de duda cada callejón, cada escalera y cada esquina de un pueblo que se resiste con uñas y dientes a desaparecer, que no sabe cómo combinar con acierto el pasado rígido con las nuevas corrientes sociales. Relatos breves, muy breves de apenas cuatro o cinco páginas dibujan con trazos ágiles, prescindiendo de prosa innecesaria, una época con la que Milburn no se ensaña, tan solo la describe con fluidez, yendo directo al grano.

Es un libro delicioso, rápido y entretenido; una forma de degustar en pequeñas dosis una literatura diferente pero cuyos ecos aún resuenan en nuestros oídos. Un pueblo en Oklahoma es una brisa de aire fresco que, una vez borrada de nuestro recuerdo, aún dejará un poso reconocible.

  • Título: Un pueblo de Oklahoma.
  • Autor: George Milburn (traducción de Ana Crespo)
  • Editorial: Sajalín (Puedes ver más información aquí y puedes leer el primera relato del libro aquí)
  • 181 páginas. 18,00 Euros (formato papel)

Puedes conseguir el libro clicando en la siguiente imagen:un pueblo de oklahoma, george milburn, sajalín, portada, relatos en construcción

¿Has leído Un pueblo de Oklahoma? ¿Y Algún otro libro de la editorial Sajalín? ¿Tienes en mente algún otro libro sobre el medio oeste que te gustaría recomendar? Tienes los comentarios a tu disposición. 

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6 comentarios en “Un pueblo de Oklahoma”

  1. Me quedan muy poquitos relatos para acabarme el libro y me está encantano. Sajalín tiene títulos maravillosos: todo lo de Edward Bunker, Los reyes del jaco… Son palabras mayores.

    1. Me alegro de que también te esté gustando. Cierto, Sajalín tiene títulos magníficos, aunque creo que está orientada a cierto público que guste de este género negro-criminal, como nosotros 😉

  2. Paco Camarasa, un «gurú » en estos temas, le gusta hablar de género » negro criminal» para darle más amplitud y recoger muchos subgéneros ( policiaca, negra, criminal, incluso algunas de suspense y misterio)
    No me parece mal…

  3. La verdad es que la Editorial Sajalin hace una labor encomiable. Muchas » joyas» de la buena literatura «negra»se perderían. Me leeré Un pueblo de Oklahoma , buena pinta. Gracias Patricia

    1. A mí es una editorial que me tiene enamorada; aún no he leído una novela suya que no me guste. Eso sí, yo, más que novela negra, creo que son más bien novelas criminales, escritas desde el punto de vista del infractor. No sé si hay mucha diferencia en cuanto a género, pero yo sí las diferencio.

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