Lo de la era del confinamiento ha traído consigo algunos quebraderos de cabeza para editoriales y distribuidoras. Lo de menos ha sido las que han tenido que reprogramar y retrasar su calendario: un desbarajuste y poco más. El verdadero dolor ha llegado para las que llegaron a las librerías apenas un puñado de días antes de su cierre, las que ya tenían el libro a la venta y no sabían bien qué iba a pasar con él. El gasto estaba hecho, la campaña de publicidad preparada pero el lector, el que iba a comprar el libro, no estaba ahí para ir por él.
Así a la mente se me vienen de pronto, aunque no son los únicos, Galder Reguera y su Libro de familia, Alberto Marcos y sus Hombres de Verdad o, en el caso que nos atañe hoy, Chris Offut y Noche Cerrada.
Me preguntaba yo hace muy poquito que cómo se me había ocurrido irme de confinamiento —como quien se va de vacaciones, pero es que para mí lo han sido a nivel personal— sin llevarme un Sajalín para leer. Errores que comete una y a los que, por suerte, puede poner arreglo con más bien poco esfuerzo. Y con una novela que bien merece abrir una cerveza y leerla con calma pero sin pausa.
Chris Offut: escribe de lo que sabes o no escribas.
Chris Offut (Lexington, Kentucky, 1958) es, como quien dice, un recién aparecido en nuestro país. En 2019 dos editoriales se lanzaron a publicarle: de un lado Sajalín sacó al mercado su colección de relatos Kentucky seco —por los que ahora siento una poco sana necesidad—; del otro Malas Tierras publicó la biografía de su padre, Andrew Offutt, titulada Mi padre, el pornógrafo. Lo de escribir le viene, sin duda, del lado paterno: era éste un prolífico autor de novela pulp pornográfica, género en el que se le consideraba muy reconocido.

Chris Offutt no tiene una producción tan prolífica pero sí tal vez mucho más interesante: un par de novelas, un buen puñado de relato, algunos ensayos o memorias, además de guiones para series de televisión como Weeds o True Blood. Negocio ese, el de los guiones, en el que no quiso meter el hocico más que para pagar la universidad de su hijo.
Lo cierto es que su obra tiene mucho en común con su propia historia: nació en un pequeño pueblo minero de unos doscientos habitantes que a día de hoy no existe y parece dominar como la palma de su mano tanto la topografía de Kentucky como el carácter de muchos personajes que pueblan la aridez de un entorno que parece debatirse entre la tradición rural y lo urbano.
Noche cerrada: un drama romántico
Arranca Noche cerrada con una suavidad muy poco propia del noir sureño o novela Redneck. Arranca con una detallada descripción, que se la alargará a lo largo de toda la novela, de un entorno árido pero abierto a la supervivencia de quien esté preparado para ello. Alimañas de todo tipo se desplazan por valles y montes áridos a los que en ocasiones no es posible llegar ni con el mejor de los vehículos. La botánica parece ser a veces el campo de exposición de Offutt, que nos da una lección que se oculta sin embargo tras la trama principal.
Tucker es un joven que mintió para poder alistarse en la Guerra de Corea. En 1954, ya de vuelta a su tierra con cuatrocientos dólares y varias insignias, prueba de su desempeño en el campo de batalla, elige una vida aislada del mundo y de quienes lo pueblan. Pero se topa con Rhonda, una joven de catorce años a punto de ser violada por su tío, algo que se ve impelido a impedir y que terminará con el mutuo enamoramiento de los dos jóvenes.
Hay algo muy sorprendente en el candor y la inocencia de ambos jóvenes que escapa del entorno agreste para crear una pequeña burbuja de dulce romanticismo. No es algo ajeno a la literatura —el mismo recurso se empleaba de forma diferente en la Trilogía de Fosse— pero sí chocante en un libro de estas características.
A partir de este momento Offutt da varios saltos temporales para mostrarnos momentos cruciales en la vida de la pareja.
El poder de las decisiones en el destino
Esos momentos cruciales de Noche cerrada a los que se ven obligados los protagonistas, en especial Tucker, son los que marcan el devenir de ambos y definen el fondo de la novela. A veces no todas las buenas decisiones vienen impulsadas por un acto noble ni hacer el bien o el mal son aspectos tan delimitados como para saber de qué lado nos inclinamos cuando escogemos el siguiente paso.
A eso se une que Tucker no parece terminar de salir de una etapa de adolescencia truncada por el horror de la guerra. Su proceso de maduración como ser humano parece incompleto y eso lleva a que sus decisiones tengan un tono a veces marcadamente infantil, en términos del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto.
Offutt nos lleva por un terreno sin salida para enseñarnos que, en determinadas circunstancias, no hay solución posible: se sobrevive o no, pero nunca se llega a una situación de la que se pueda salir con cierta comodidad, con la presión de alcanzar algo mejor. Tucker y Rhonda sufren una penuria tras otra, se adaptan y lo aceptan pero no encuentran ese golpe de suerte que el sistema estadounidense parece vendernos de forma constante.
Una novela de contrastes
En Noche cerrada hay un poso amargo que contrasta con dureza con su relación, que bien podría llegar a calificarse de dulce una vez reducida a lo esencial. La novela se desliza entre capas de árido de grano duro y, solo muy de vez en cuando, una buena acción se cuela entre los granos como un trozo de satén desprendido que el viento ha arrastrado muy lejos de su hogar.
- Título: Noche Cerrada
- Autor: chris Offut (traducción de Javier lucini)
- Editorial: Sajalín (más información del libro aquí y podéis leer las primeras páginas aquí)
- 243 páginas. 20,00 Euros (formato papel).
La semana pasada participé en el podcast La cuarta Pared y hablé, entre otras cosas, de esta novela. Aquí podéis escuchar el audio