En la nota que acompaña mi ejemplar de Memorias de un asesino a sueldo su autor, Daniel Ter —pseudónimo que respeto aunque sé su verdadero nombre—, escribe lo siguiente: “…, la editorial que me publicó hace tres años, ha bajado la persiana y yo me he quedado en plan Llewyn Davis, con una caja de cartón llena de ejemplares bajo la mesa camilla.”
Anoto en mi libreta que tengo que ver de una dichosa vez la película de los hermanos Coen, con el riesgo de que caiga en el lado de las que odio, en lugar de en el opuesto. Leo el primer capítulo de los sesenta que forman esta suerte de colección de pensamientos y me río a carcajadas y no puedo dejar de pensar que la nota introductoria encaja a la perfección con el tono. Ya habrá tiempo después de darle al coco con lo que vendrá a continuación. Pienso también en una de mis películas favoritas, Magnolia, historia de casualidades que bien puede haber inspirado esas primeras palabras, esa breve biografía de Murfi, el asesino gafe de narices que inspira más ternura que repulsa.
Por último, para dar fin a esta red de conexiones que me viene a la cabeza, y antes de entrar a fondo en la historia de este asesino a sueldo que pasa más tiempo filosofando sobre la vida que cometiendo crímenes recupero la entrevista de David Broncano al escritor Juan Gómez-Jurado en La Resistencia. La incluyo aquí porque, a pesar de ser este un espacio para la lectura, creo que el enfoque está muy relacionado:
¿Y a qué viene tanta introducción? A que Memorias de un asesino a sueldo es, se mire por donde se mire, una historia que combina dos factores: las casualidades y tomarse a risa las desgracias que la vida nos planta.
Memorias de un asesino a sueldo es, en su aspecto más formal, una obra extraña, escrita a retazos. Sufro la misma impresión que tuve con Trenes hacia Tokyo de Alberto Olmos: la escritura es casi más propia de un blog que de un libro en formato físico, con sesenta capítulos cortos, muy cortos, donde el más reducido no llega a una cara y el más extenso ronda las cinco. Una lectura así tiene puntos fuertes pero también debilidades patentes:
La lectura es amena, rápida, ágil. Se interrumpe donde al lector le interesa y se retoma en un espacio cualquiera: en la cola del autobús, en la mesa del restaurante o en el cuarto de baño, por qué no: hay lociones corporales con más texto —y mucho más aburrido, por cierto— que el que nos propone Daniel Ter. Pero por otro lado, y como aspecto crítico, una lectura tan rápida lleva en ocasiones a una cierta sensación de superficialidad, de pasar por encima de todo sin preocuparse en exceso de los detalles.
En Memorias de un asesino a sueldo los detalles son importantes y, sobre todo, los temas que trata: la feroz crítica que hace el autor de “casi” todo, sin dejar que el texto caiga en la depresión o el aburrimiento, dotando de una buena dosis de humor negro cada página, invita a reflexionar pero sin comerse demasiado la cabeza. El humor, esa arma de doble filo y tan subjetiva que tiene el poder de herir y humillar pero también de sanar heridas —como en el caso del vídeo, que hay a quien le parece irrespetuoso— es una apuesta arriesgada, porque no todo el mundo tiene la capacidad de entrar al trapo con la misma facilidad, de encarar temas como la política, la religión, la presencia en redes sociales, el maltrato o el sexismo dándole un barniz de humor negro con toques pulp.
Cojea más el desarrollo narrativo: nuestro protagonista, que ha decidido dedicar su vida a ser un asesino a sueldo, pero no de elite, sino más bien de los que más les vale tener mucha suerte, porque la pericia destaca por su ausencia, se rodea de una banda ocasional de impresentables aún más impresentables que él —cuesta creerlo—. Entre asesinato y asesinato aprovecha los tiempos muertos que le ofrece la vida (lo del horario de nueve a cinco, o de ocho a vete tú a saber cuándo, más bien, no va con él) y se dedica a reflexionar con el enfoque de quien está harto de todo sobre la vida y la muerte, lo que existe, lo que fue y lo que vendrá. Y todo eso estaría muy bien si además viniera acompañado por una historia pero, como comentaba, no hay un desarrollo narrativo claro: las historias se pueden leer, en su casi totalidad, de forma independiente.
Memorias de un asesino a sueldo es, a la postre, un libro muy cómodo, muy fácil de leer y que crea una conexión con el lector pero que tal vez busca más el desahogo del autor que el del personaje. En todo caso, sí deja por el camino semillas de dudas plantadas. Que cada cual las resuelva en su casa.
- Título: Memorias de un asesino a sueldo
- Autor: Daniel Ter
- Editorial: Algón. La editorial cerró, pero podéis encontrar el libro en Amazon).
- 213 páginas. 15,67 Euros (formato papel).