Por favor, no me flageléis más: he leído una novela de Milan Kundera (Brno, República Checa, 1929). Conste que, si no lo he hecho antes, no ha sido porque tenga ningún sentimiento encontrado con este escritor, profesor y músico de jazz checo co-nacionalizado francés, ni tampoco porque me resulte curioso que los títulos de sus obras tengan un fuerte tono filosófico — entre ellas se encuentran La broma (1967) y El libro de los amores ridículos (1970), que critican de manera irónica al modelo de sociedad comunista; El libro de la risa y el olvido (1981), y las novelas La insoportable levedad del ser (1984), La inmortalidad (1991), La ignorancia (2000) y La fiesta de la ignorancia (2014)—. Si no he leído antes nada de este escritor ha sido porque me resulta imposible abarcar todas las lecturas que se supone debería haber leído que, sumadas a las que serán de lectura obligada dentro de unos años, requieren un tiempo del que no dispongo.
En La ignorancia, una mujer y un hombre se encuentran por casualidad durante su viaje de regreso a Checoslovaquia, su país natal, del que emigraron hace veinte años y al que vuelven tras el fin del régimen comunista. En ambos casos, el regreso tiene algo de forzado, de no deseado, una situación que se ve aún más clara cuando, una vez en Praga, se dan cuenta de que no tienen nada en común con la gente que dejaron atrás más allá del idioma.
La ignorancia es una novela sobre la pérdida de la identidad del emigrado que se encuentra con que la tierra donde nació no significa ya nada para él, no son más que retazos de recuerdos inconexos que perduran en su memoria, mientras que su vida está asentada en un país que le seguirá considerando por siempre foráneo y que no comprende por qué no desea regresar a su patria, ahora que puede. Sin embargo, tanto el hombre como la mujer donde se sienten extranjeros es en su tierra natal: la gente que ahí habita no comparte ni su estilo de vida, ni sus opiniones. Es más, han creado una barrera con la que pretenden mantenerse ignorantes del intervalo en que su compatriota ha estado alejado; para ellos, es como si ese tiempo no hubiera existido y como si quisieran recuperar la relación como si tan solo un día les separara del pasado. Lo que buscan es que el emigrado se integre cuanto antes en el grupo para que todo vuelva a ser como al principio. Es tal vez un caso de extremo egoísmo, al recibir al individuo con los brazos abiertos pero al mismo tiempo negarle toda posibilidad de mostrar en qué se ha convertido.
A esta situación hay que añadir la relación entre ambos protagonistas: al encontrarse ambos como emigrados que vuelven al hogar que les vio nacer, existe entre ellos una conexión innegable. Pero es que además se da la situación de que se conocieron antes de partir, ella a Francia y él a Dinamarca. Sin embargo, guardan un recuerdo completamente diferente de su relación; mientras que para ella fue un suceso trascendental que atesora como uno de los recuerdos más significativos de su pasado, para él fue un suceso sin importancia, del que apenas retiene algún pobre detalle. Kundera lo explica con gran brillantez en el siguiente párrafo:
Me imagino la emoción de dos seres que vuelven a verse después de muchos años. En otros tiempos, se han frecuentado y creen, por lo tanto, que están vinculados por la misma experiencia, por los mismos recuerdos. ¿Los mismos recuerdos? Ahí precisamente empieza el malentendido: no tienen los mismos recuerdos; los dos conservan del pasado dos o tres situaciones breves, pero cada uno las suyas; sus recuerdos no se parecen; no se encuentran; incluso cuantitativamente no pueden compararse: el uno se acuerda del otro más de lo que éste se acuerda de él; primero, por que la capacidad de memoria difiere de un individuo a otro […], pero también […] porque la importancia de uno para el otro no es la misma.
La ignorancia no ha provocado en mi el interés que esperaba, pero sí destacaría algunos fragmentos, como la primera parte dedicada al gran regreso de Ulises a Ítaca, en un claro paralelismo con lo que les sucede a los protagonistas, escena que se entremezcla con las explicaciones sobre la etimología de palabras como nostalgia, añoranza, regreso o ignorancia, términos que se entrelazan en algunos idiomas pero no en otros, para crear significados más profundos de lo que indican a simple vista. La lectura es fácil, pausada, sin grandes aspavientos y amable a pesar de lo profundo de lo que ahí se expone. Es tal vez una buena introducción a Kundera, pero habrá que profundizar más en otras obras suyas.
En griego, “regreso” se dice nostos. Algos significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.
- Título: La ignorancia
- Autor: Milan Kundera (traducido por Beatriz de Moura)
- Editorial: Tusquets editores (consulta aquí más información de la editorial)
- 208 páginas. 12,98 Euros.
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