Herido leve: una obra hecha de decenas de fragmentos
Herido leve no es un libro de lectura. O sí, si el lector quiere planteárselo así. Es, sobre todo, una obra para descubrir otras obras, otras voces. Es un libro de cabecera para tener cerca, para sentir eso que a los lectores tanto nos entusiasma: otra persona a quien le guste el mismo autor, el mismo libro. Herido leve es una obra para volver a enamorarse de la lectura.
En el prólogo —el escritor prologa sus propias obras con una maestría tal que bien pueden considerarse obras aparte—, Eloy Tizón relata la dificultad de enlazar los pasajes, de buscarles una estructura lógica cuando pertenecen a tiempos diferentes, a medios diferentes, algunos han sido ya publicados y otros permanecieron inéditos… Es la segunda vez que me encuentro con esta «obsesión» por encontrar un ritmo en la obra. Un ritmo que, por otro lado y más en este caso que en una recopilación de relatos, no tiene tanto sentido para el lector.
Ordenar un libro para mí es el trabajo esencial más inútil del mundo. Esencial porque para mí es un deber ordenarlo de forma coherente, que tenga sentido, no empezar ni terminar en cualquier sitio sino que, sobre todo el comienzo y el final, son esenciales. Trabajo mucho la estructura porque es parte de la arquitectura del libro para que quede bien armado.
Ahora bien, reconociendo eso a lo que dedico bastantes horas, reconozco la libertad soberana del lector para empezar donde quiera y terminar donde quiera. Y en este libro lo veo más aún. Tal vez en los libros de relatos seguir la secuencia tiene más sentido y si el lector no lo hace puede perderse algo. En este libro creo que se presta a jugar con él, a picotear, a mirar el índice y ver los autores que le interesan o le despiertan curiosidad… para mí es una lectura totalmente aceptable, como también lo es no leerlo del tirón.
Ensayo literario, libro de reseñas, crítica literaria…
Herido leve no es un libro de reseñas, no es un libro de crítica literaria, aunque se acerca más a este concepto que al de reseña, tampoco es un libro de biografías de escritores aunque se reflejan en bastantes fragmentos detalles biográficos significativos de ellos. ¿Cómo se puede definir?
Tiene un poco de todo eso. Para mí es un libro ensayo literario pero de una forma general, porque tiene algo de comentario de la obra, pero también tiene algo de digresión en torno a algunos aspectos literarios, hay semblanzas de escritores… no es un libro que tenga un registro único, se mueve en una variedad de ámbitos que yo intento que le dé riqueza a la obra. Un libro solo de artículos literarios o solo de perfiles de escritores puede ser un poco árido. Está entre la reflexión, hay una parte más narrativa… se mueve en un terreno un poco peculiar. Sin perder de vista que es un libro de no ficción.
Un encuentro entre lector pasado y presente
De nuevo, perdidos en el prólogo, se aprecia el interés de Eloy Tizón por releer esos fragmentos que, seguramente, tenía ya olvidados en gran número de ocasiones. A lo largo de las secciones se encuentran también breves notas autobiográficas —más o menos ficcionadas, eso es difícil de saber— , momentos en los que la serendipia juntó al Tizón lector con un libro concreto en unas circunstancias determinadas. La duda surge: ¿Para quién es Herido Leve: para el lector o para el propio Tizón?
Yo creo que es más para los demás que los libros de ficción. Porque en los libros de ficción creo que el lector no ocupa un lugar tan determinante. Porque cuando empiezo un relato o una novela no sé si lo voy a terminar, así que no tiene mucho sentido preocuparse por el lector.
Cuando escribes para un medio de comunicación ya tienes al lector delante, así que empiezas a tomar una serie decisiones en cuanto al tono y a la voz que eliges, cómo te vas a dirigir al lector. ¿Le vas a regañar, como hacen algunos articulistas? ¿Le vas a acompañar? ¿Vas a ser cordial con él? Me he guiado por las enseñanzas de Ortega y Gasset: él recomendaba la claridad al dirigirse al lector, y yo apuesto también por la cordialidad. Creo, al menos esa ha sido mi intención, que no es un libro sesudo, he querido que sea un libro habitable para el lector.
Autores perdidos; autores encontrados en Herido leve
En una de las semblanzas, la del uruguayo Felisberto Hernández se menciona algo trascendental: la persistencia de lectores y editores para evitar que los escritores caigan en el olvido. A día de hoy, que parece que hay más autores que nunca, en la edición tradicional pero también en la autoedición, en el territorio de los blogs… es más difícil que nunca llamar la atención del lector y no caer en la nada. Eloy Tizón recupera autores que podríamos llamar mainstream —abre, de hecho, con un texto sobre Cien años de soledad—, pero también hay otros que no serán tan conocidos, o nada en absoluto (tal vez el propio Felisberto), para el lector.
Al final eso que llamamos posteridad es una conspiración de lectores. Y a veces es un grupo pequeño. El caso de Felisberto es claro. Empieza como escritor marginal, autoeditándose en libros sin tapas, y poco a poco le fueron descubriendo lectores, García Márquez y sus amigos se juntan para comentar sus cuentos… y ahí te das cuenta de que todo depende de que un grupo de lectores se conjure para empujar la obra y así resiste a través del tiempo. Ahora es más complicado porque hay más voces y más vías de comunicación, pero la literatura siempre ha funcionado así.
Eloy Tizón leyó Cien años de soledad con dieciséis años; Rayuela, con diecisiete. La semblanza de los autores que menciona es también su semblanza, que le muestra como un lector precoz. Se plantea esa duda eterna sobre si el lector nace o se hace, si es fruto de un entorno que favorece la lectura, de una familia que es a su vez lectora o si se trata de la casualidad de encontrar un libro en un instante concreto.
Hay muchos factores. Tiene que haber una predisposición hacia la lectura pero también influye que caigan en tus manos los libros adecuados en los momentos adecuados. No sé si fui precoz o no. Leía lo que leían los niños de mi edad: tebeos, Salgari, de ahí a Agatha Christie o Edgar Allan Poe y poco después di el salto a una literatura, por llamarla de alguna forma, de mayor densidad con el boom latinoamericano. Es una mezcla del deseo individual y buena suerte.
El descrédito de las humanidades
Para quien no sea ducho en ello, Herido Leve es una interesante compilación de literatura latinoamericana. Es anecdótico cuando menos que se acaba de anunciar la eliminación en los programas de literatura en secundaria de autores como Cortázar y Borges. Suena más sangrante si cabe cuando estamos de lleno en un boom de autores en lengua hispana venido de allende los mares. Recién descubiertos pero ya admirados son para mí Eduardo Halfón, Mariana Enriquez o Pedro Mairal, por poner algún ejemplo.
Hay un problema grave, que es el descrédito social hacia las humanidades y creo que esto se enmarca en ese problema. El futuro es tecnológico y se intenta fomentar en los niños la afición por la tecnología marginando hasta cierto punto otras disciplinas como la literatura, la filosofía o las artes. Me apena que eliminen de los programas educativos autores que creo que pueden aportar muchísimo, que pueden corregir la mirada. No sé qué podemos hacer; al menos oponernos públicamente a que suceda.
El estante de los elegidos
Herido Leve nos hace pensar en nuestros favoritos, en esos libros que no daríamos, que ocupan un lugar especial. Eloy Tizón lo llama en algún momento «el estante de los elegidos». Pero un estante es, en quien tiene un recorrido lector tan largo, una medida que se queda corta.
Es una metáfora. Es esa caja de libros que seleccionarías si tuvieras que elegir en caso de mudanza o de un incendio. Son los libros que uno relee a lo largo de toda su vida. En mi caso John Cheever es un autor que descubrí muy joven y luego he seguido frecuentando periódicamente y, como él, estarían Clarice Lispector u otros autores. Me costaría trabajo imaginar mi vida sin tener la cercanía de los libros de estos autores.
¿Cercanía física? ¿Es Eloy Tizón lector de libro de papel?
Para mí, sí. Tengo ese fetichismo del papel y me gusta el tacto de los libros, la textura de las páginas, la fotografía de la cubierta… Leo muchas cosas en digital pero la lectura literaria es en papel.
Algo interesante de quien lee mucho y escribe mucho es que, pasado un tiempo, resulta complicado reconocer sus propias palabras o reconocerse. Algunos textos de Herido Leve han sido revisados, reescritos, corregidos. ¿No es perder en cierta forma al lector que fue Eloy Tizón?
Hay una pequeña parte de traición. Pero quería conformarme con lo que consideraba «poco refinado». Ahora tengo más información, más experiencia, he leído más. Mi razonamiento era: si puedo hacer el libro mejor, ¿por qué privarme de ello? He sido poco respetuoso con el que yo era.
En líneas generales me reconozco. Es en el detalle donde creo que se puede afinar más y es lo he hecho.
Herido leve: una incitación a la lectura
Herido leve es un libro de una memoria lectora única pero puede animar a la lectura a los demás.
Ojalá. Eso me gustaría mucho. Que transmitiera algo de mi entusiasmo literario. La literatura es una cadena de entusiasmos, creo que lo digo así en algún momento. Si sirviera para eso me resultaría muy grato y muy placentero.
Se menciona, es cierto, que la literatura se contagia, pero también que hay periodos en que se interrumpe esa cadena. ¿A qué se hace referencia? ¿A periodos generacionales o a periodos dentro de la vida del lector?
Las dos cosas. Lo que ocurre con libros y con autores es extraño siempre. Hay autores que tienen gran presencia en vida y luego desaparecen. Algunos luego regresan y otros no. Hay autores marginales que pasito a paso van acercándose al centro del canon y se convierten en iconos, como Borges. Me parece interesante reflexionar sobre eso, ver que no hay nada definitivo. Pensamos que los clásicos lo van a ser para siempre y a veces bastan una generación o dos para que se cree un canon nuevo.
¿Sabemos valorar ese canon? Hace apenas una semana surgió la polémica en torno a Caperucita Roja y la decisión de la Escola Tàber de Barcelona de retirar este cuento junto con otros doscientos libros de la biblioteca. También ha surgido un movimiento en contra de la obra Lolita, de Nabokov, como si tuviéramos que juzgar las obra con los estándares actuales y no con los de la época en que se escribieron.
Soy contrario a censurar ningún libro. Hay ciertos libros que necesitan una contextualización, eso sí. Y creo que, debidamente contextualizado, nos enseña mucho cómo era la sociedad, de dónde venimos, determinados aspectos que entonces estaban normalizados y ahora nos parecen barbaridades… Es bueno conocerlo porque existió. Borrarlo es como trucar las fotos para eliminar a la gente. Esa no es la forma de construir la historia. Esa ansia de modificarla no funciona. Esa presencia fantasmal siempre vuelve, como decía Freud.
Al cobijo de Páginas de espuma
Herido leve es un libro atípico en el catálogo de Páginas de Espuma, editorial completamente centrada en el relato breve. ¿Habría existido el primero sin la segunda?
No lo sé. Sí te puedo decir que he contado con la complicidad total del editor Juan Casamayor. Le conté la idea cuando todavía estaba trabajando en ello y me estaba planteando cómo hacerlo. Me animó, me recomendó que estuviera bien hilado, que no podía ser un volcado de artículos sin más. No puedo pedir más. Han hecho una edición preciosa. No se han asustado por la extensión, se han comprometido con el libro. Lo han considerado una apuesta.
El libro abarca treinta años y así se indica en el subtítulo. Pero la memoria lectora de Eloy Tizón es más amplia.
Treinta años desde que empiezo a publicar artículos sobre literatura a los veinticinco años.
Periodismo frente a bitácoras virtuales; remuneración y librerías
Treinta años de artículos remunerados es lo que se puede leer. Pagados, como si de un toque de atención se tratara.
Creo que es instructivo entender cómo ha ido cambiando la situación con los medios. Yo hablo de una época en la que te podías presentar en una redacción con un texto para sondear la posibilidad de que te dejaran publicar, como fue en mi caso. La segunda sorpresa es que te pagaban por ello. Ahora no es lo habitual. Ahora no sabemos hacia dónde vamos.
Esos artículos se publicaban en medios que, en muchas ocasiones han desaparecido. Muchos lectores nos preguntamos dónde está ese periodismo cultural independiente, dónde ha quedado enclaustrado y si es ya solo terreno de los blogs —de ciertos blogs—.
Las revistas literarias han desaparecido casi todas. Habría que hacer alguna guía para ver de quien te puedes fiar como prescriptor. Aún hay revistas que tienen cierto afán de independencia. Los blogs son un poco una selva, te puedes encontrar lo mejor o lo peor, así que hay que saber discernir y buscar gente con criterio de quien te puedes fiar. Y el librero, frente a la compra por internet, te conoce, es capaz de recomendar, conoce tus gustos… por ahí va la cosa.
¿Los libreros sobrevivirán?
Yo creo que sí. Ahora es una época complicada pero siguen abriendo, con modelos reciclados como la inclusión de cafetería… la librería da algo más; el plus de trato humano que da el librero es lo importante. Uno no va solo a comprar un libro; se va a pasar un tiempo ojeando libros, charlando… eso no te lo puede dar internet.
Estamos en una ola de escritores sudamericanos, tal vez porque están tratando otros temas o lo están haciendo mejor… ¿En qué momento nos encontramos en la literatura actual en España?
Yo creo que el momento en España tiene mucha fuerza también. Ahora hay una literatura que están haciendo autoras jóvenes y muy potentes que hace unos años yo no veía con tanta contundencia o no lo sabía ver. Plantean además un discurso muy reivindicativo, combativo y alternativo que es uno de los síntomas de salud más claros de la literatura. El último de Elvira Navarro, La isla de los conejos, me pareció espléndido.
- Título: Herido leve
- Autor: Eloy Tizón
- Editorial: Páginas de espuma (Podéis encontrar más información sobre el libro aquí y leer un fragmento aquí).
- 656 páginas. 24,00 Euros (formato papel); 7,99 Euros (formato ebook)
¿Habéis leído Esta bruma insensata o algún otro libro de Vila-Matas (o varios)? ¿Cuál es vuestro favorito?