Fin de temporada: «Las novelas no tienen moraleja».

Veo que hace un mes que no escribo. Dejemos atrás este mes de agosto sin vacaciones que me ha dejado mentalmente agotada y encaremos el curso que viene con una buena colección de propuestas literarias interesantes para las que no tendré tiempo, la primera polémica relacionado con un premio literario y una nueva suspensión de la Feria del libro de Madrid que a nadie ha pillado por sorpresa —quizás lo sorprendente era la no cancelación por parte de la organización—.

En todo caso, también han llegado cosas estupendas, como retomar las charlas con escritores que presentan nuevas obras, esta vez de modo presencial, mascarilla mediante. Se estrena, o me estreno, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). Acaba de publicar Fin de temporada, una novela que sorprende por su dramatismo de lo familiar y se adentra con ahínco en la fuerza de los lazos sanguíneos como caminos que marcan el devenir de las generaciones posteriores.

Como un viaje de ida y vuelta entre los años setenta y los noventa, comenzamos la ruta en una carretera junto a la frontera de Portugal en 1977. Juan y Rosa, apenas adolescentes, tienen cita en una clínica abortista clandestina, pero un accidente les impedirá llegar a su destino. Casi veinte años después, Rosa y su hijo Iván comienzan el que será el proyecto de su vida, la recuperación de un camping en la Costa Dorada, en el otro extremo de la península, el último punto de un recorrido que no va ninguna parte pero escapa de todas.

ignacio Martínez de pisón
Ignacio Martínez de Pisón. © Ivan Giménez-Seix Barral

Fin de temporada: «lo que más me gustaba era contar cómo gente buena que hacen cosas bien genera malas consecuencias»

Sorprende, eso es así, el final. Tal vez está feo empezar por el final para quien no haya leído el libro, pero es sin duda un punto fuerte, lo que obliga a ese poso de reflexión en el lector que hila todo lo sucedido hasta ese momento y, tal vez, incluso se indigna con lo injusto de la vida. 

Cuando todavía no había escrito el final, sabía que no iba a ser un final feliz. Iba a ser un final en el que todos salían perdiendo. Lo que lo que más me gustaba contar de todo esto era como gente buena que hace las cosas bien genera unas consecuencias malas.

¿Cómo es posible que el bien genere el mal? Sin embargo, si realmente piensas, es así: la madre lo único que hace es amar mucho a su hijo. El hijo también al mismo tiempo que sueña con ser algún día una persona autónoma. Lo normal. Mabel es un personaje siempre ejemplar. Céline es una novia de enamoradísima. Sin embargo, la conjunción de esos hechos, de esos personajes, en según qué circunstancias, puede generar un final desgraciado en el que dos personas que se quieren mucho se condenan al mismo tiempo a la infelicidad y condenan a otras personas a la infelicidad.

«A través de los personajes se ve el trasfondo histórico y el avance de la tolerancia»

En ambos casos, tanto en el arranque en el año 1977 como en los años noventa cuando Iván entra en la edad adulta, me sorprendió, tal vez por comparación, una cierta capacidad de independencia, cogido el término con pinzas. Son muy jóvenes y sin embargo tú les pones en situaciones donde actúan con una cierta capacidad de decisión poco asumible para alguien que no llega a los veinte años.

No es precisamente una decisión donde demuestren su independencia, sino más bien lo que demuestran es su sometimiento a unos prejuicios. Tienen que ir a abortar a una dirección que no saben si es de confianza o no. La chica está muy asustada. Se ven en una tesitura en la que preferirían no verse y las cosas que hacen las hacen porque la sociedad en el fondo les obliga a eso.

Unos pocos años después se aprobaría la primera ley del aborto y probablemente esta chica no habría tenido que pasar por el trance de viajar a otro país, ponerse en manos de vete a saber quién… Sin embargo, en aquel momento lo que predominaba era el miedo a un embarazo juvenil, a ser madre soltera… Al final lo que ocurre es que esa sociedad que les marcaba con sus prejuicios acaba siendo la sociedad de la que quiere huir.

En aquellos años ser una madre soltera que ha querido abortar era prácticamente una persona sin reputación social, poco menos que equiparable a una prostituta, una mujer de vida fácil. Su vida estaría marcada siempre por esos hechos. Veinte años después las cosas han cambiado y la condición de madre soltera ya no es una condición que penalice y el aborto ya es legal.

No es que yo haga una crónica de España en mis historias, pero a través de los personajes se ve un poco del trasfondo de la sociedad y de esa conquista de la tolerancia. En los años 77 o 78 España es   preconstitucional, tiene todos los tics del franquismo y es muy intolerante, muy inquisitorial. Veinte años después se ha convertido en una democracia homologable, donde el valor de la tolerancia se ha convertido en fundamental.

En esa presión social que sufre Rosa se ve tal vez incrementada por el hecho de que procede de un pueblo más bien pequeño, donde todo el mundo se conoce y no hay anonimato posible.

España era todo un pueblo. En el año 1977 era un país provinciano. Si lo piensas, eso ocurría también en las ciudades grandes. Ni en Madrid, ni en Barcelona ni en Bilbao una chica estaba libre de ser acusada de ser madre soltera o haber intentado abortar. Se compartían esos valores sociales que nos parecen ahora tan atrasados y tan lejanos, estaban generalizados.

Lo que probablemente no ocurría en ciudades grandes era ser señalada. En una ciudad pequeña donde la familia había vivido varias generaciones se estaba más expuesta a ese señalamiento. En las ciudades grandes se vivía la libertad simplemente por el hecho de disponer de cierto anonimato.

«Fin de temporada es una novela de aprendizaje»

¿Crees de verdad que no se puede escapar de ese legado familiar? Subyace esa cuestión de fondo, que la vida de Iván no es independiente, sino que está anclado a Rosa, aunque aquello sucediera casi veinte años atrás.

Iván es un chico que durante sus veinte primeros años de vida vive a expensas de su madre, que es la que ha decidido en qué ciudades viven, a dónde van después, qué negocio montan… Durante los primeros capítulos es un chico bastante vacío, bastante frívolo. Le importa su moto, habla del verano con un amigo que es un inútil, tiene una novia a la que no ve, pero con la que espera reencontrarse. Se compra su primer móvil y eso es muy importante para él.

Es en el momento en que descubre cosas sobre su origen, sobre las circunstancias de su nacimiento, de su gestación, cuando se vuelve más profundo. Adquiere una conciencia de la profundidad de la vida.

Para mí ésta es una novela de aprendizaje en la que un chico como Iván pasa en un solo día de la adolescencia a la edad adulta.  Pasa de importarle cosas tontas a convertirse en una persona que tiene una visión profunda de la vida, con un conocimiento de la complejidad de las cosas. Empieza a reflexionar y esas reflexiones que al principio son ligeras, se hacen más profundas y ves que es un tipo que se fija en cosas que hasta entonces no observaba. Se empieza a hacer preguntas y esas preguntas le convierten en una persona más buena, más profunda y más compleja. Y yo creo que más interesante.

«Las novelas no tienen moraleja; no son libros de autoayuda»

Dejas en manos del lector tomar una decisión respecto al final del libro. Una decisión que seguramente vendrá marcada por la edad de quien lo lea, por sus circunstancias. Puede que decida que Iván se ha equivocado o que ha hecho lo único que cabía dada la situación planteada.

En todo caso yo no hago un juicio moral. Nunca digo si los comportamientos son los correctos o los apropiados; son los que son. Este chico se comporta así por lo que ha ocurrido.

Las novelas no tienen moraleja. Nos reflejan a los seres humanos en nuestros momentos de celebración y en nuestros momentos de debilidad y de fracaso. Pero de ahí no hay que extraer que el escritor bendiga el comportamiento final como algo que deba orientarnos en la vida. Las novelas no son libros de autoayuda. No dan respuestas, sólo ofrecen preguntas. Las novelas hacen que tu vida se vuelva más compleja mientras que los libros de autoayuda hacen justo lo contrario.

La novela te explica que ese mundo que te parece tan simple es en realidad muy complejo. Te va a explicar por qué. Prefiero que los lectores salgan de mi libro como muchas preguntas a que busquen respuestas.

«Es más importante saber que no saber»

Sin embargo, es muy difícil que el escritor logre aislarse completamente del texto, que no trasluzca de alguna forma su opinión personal respecto a las cuestiones de base que plantea. Hay autores que son evidentes, otros que saben fundir sus ideas y que no trasluzcan como propias en el texto.

En este caso hay un narrador en tercera persona, no hay una voz que se sienta autorizada a comentar los acontecimientos o el comportamiento de personajes. Es casi una cámara fotográfica o cinematográfica que va captando los comportamientos sin aplicarles ningún tipo de valoración o juicio moral. Los personajes salen debilitados de esta historia, pero eso no quiere decir que yo los invalide o deslegitime

Creo que es más importante saber que no saber. Creo que es más importante que este chico conozca su origen a que no lo conozca. El hecho de que conocer su origen acabe causándole daño a él y a otras personas no quiere decir que yo esté a favor de mantener una inocencia.

«Fin de temporada trata de gente que está intentando retomar las riendas de su vida»

El personaje de Rosa plantea un caso de maternidad por necesidad, como si lo único a lo que puede aferrarse como medio de subsistencia vital fuera al hecho de ser madre.

Hay una fractura en el corazón de Rosa. Perdió un novio y tuvo un hijo que acabó de alguna manera siendo la reencarnación de ese novio muerto. ¿Por qué no buscar a alguien que sea también la reencarnación de ese hijo desaparecido? Es como pasar de cometer un error por azar a cometer el mismo error de forma deliberada. Ella está enferma. El ser humano es frágil; sometido a según que presiones puede romperse. El único motivo por el que ella ha llevado la vida que ha llevado es el hijo. La desaparición del hijo la sume en una desolación absoluta, en una especie de brote psicótico en el que ella ya no es dueña de sus actos.

Fin de temporada trata de gente que está intentando retomar las riendas de su vida. Y Rosa, cuando parecía que las tenía, las pierde. Lo mismo les sucede a Iván y a Mabel. Es un combate entre querer tener soberanía sobre uno mismo y, a la hora de la verdad, esa soberanía dura muy poco.

Esa es la parte amarga de la historia: tanto luchar para mandar en uno mismo y al final, por una sucesión de azares encadenados, todo eso conseguido laboriosamente durante años desaparece.

«Prefiero una literatura de heridas pequeñas que se alargan en el tiempo»

Da la impresión de que nos construimos paso a paso, muy despacio, pero que podemos demolernos a gran velocidad.

El ser humano es frágil. Las películas de superhéroes, de espías o de gánsteres son películas en las que alguien mata a alguien y no pasa nada, o alguien está a punto de morir y se recupera en medio minuto. En la vida real somos gente mucho más frágil: una pequeña humillación, una discusión callejera, nos pueden hacer daño. Podemos seguir dándole vueltas en la cabeza.

Yo prefiero esa literatura más intimista. Una literatura más de las heridas pequeñas que se alargan en el tiempo y nos siguen haciendo daño. Más de la fragilidad del ser humano que de su fortaleza. Prefiero observar cómo al microscopio esas heridas pequeñas son persistentes y siguen haciendo daño al cabo de un tiempo

Haces fotografías en el tiempo pero en cierta forma también son fotografías del espacio porque vas moviendo la trama a lo largo de la geografía española e incluso te adentras en Francia en un momento dado.

Es una novela muy visual en la que se perciben los paisajes: el azul del Mediterráneo, las formas de las de las construcciones de las centrales nucleares junto a los típicos chalés junto a la playa, el propio camping que también tiene un urbanismo un poco precario pero interesante, el color ocre de Extremadura, de esos muros de los edificios centenarios de Plasencia, ese ladrillo medio rosa medio rojo de Toulouse que es el punto de fuga de la historia y es como el sueño de libertad de Iván…

Me gustaba mucho jugar con ese aspecto visual y creo que el lector lo capta porque son imágenes que tenemos perfectamente archivadas en nuestra cabeza, sus colores y sus ambientes. Esta novela la he visto siempre como fotografías. Son imágenes de lugares que tienen un pasado, que tienen un futuro, pero que sobre todo tienen una atmósfera.

«Fin de temporada es un tragedia tan menor que pasar, pasar, no pasa nada».

Hay un punto claro de inflexión en la novela que es la reflexión de Iván sobre su existencia frente a la de su padre, la imposibilidad de que ambos cohabiten el mismo tiempo espacio.

Es el momento en que él se ve a sí mismo como protagonista de una pequeña tragedia. Pequeña gran tragedia para él. Iván siempre había pensado que quizás habría habido una vida en la que su padre y él estuvieran juntos. El descubrimiento de que en realidad nunca habrían podido estar juntos le genera una incertidumbre, pero al mismo tiempo le abre una ventana al pensamiento. Esa incompatibilidad existencial le hace sentirse protagonista de una tragedia menor porque no hay derramamiento de sangre, no hay muertes. Pero el destino o ese mecanismo que pone en marcha las tragedias funciona igual.

Es una tragedia tan menor que pasar, pasar, no pasa nada. Solo que el chico descubre algo y a partir de ahí las cosas siguen sucediendo más o menos del mismo modo, pero tienen otro sentido. Iván es una persona distinta, todo lo que ocurra a partir de ese momento entre su madre y él va a ser diferente. Una vez que das el paso de cambiar algo, ya no se puede retroceder, no puede volver a ser exactamente la situación anterior. Puede haber otras nuevas situaciones que a lo mejor sean parecidas a la primera, pero el pasado no se recupera. El pasado te alcanza, te cambia y luego ya viene otra cosa.

«Fantaseo con la posibilidad de que aparezcan los auténticos Rosa e Iván»

He leído que partiste de una anécdota de bar a partir de la que surgió Fin de temporada

El prólogo es más o menos la reconstrucción que yo hice de esa anécdota que me contaron. Eran de Extremadura e iban a Portugal. Eran esas fechas. Últimamente estoy fantaseando con la posibilidad de que, dado que ahora esta historia va a salir en varios sitios, en periódicos, en radio… tal vez aparezcan los auténticos Rosa e Iván, que ahora andará en torno a los cuarenta años. Por qué no pensar que repente un día alguien me escribe a Seix Barral diciéndome que estoy hablando de ellos.

¿Es algo habitual que un lector te escriba a ti o a la editorial?

Sí, a veces ocurre. Tú escribes un libro y de repente te escriben a través de la editorial y te mandan una carta con una serie de anotaciones. Es gente que te escribe para contarte su vida porque se han visto identificados o porque has hablado de un pueblo y te has equivocado en alguna cosa. Entonces pienso que podría ser que de repente aparecieran la auténtica Rosa y el auténtico Iván y que me contaran su vida. Que toda esa tragedia que yo he imaginado no fuera tal, que pudiera ser que Rosa no se sintiera compelida a escapar de ningún sitio. A partir de la situación inicial cada escritor volcaría sus inquietudes más profundas.

Fin de temporada también tiene mucho de historia sonora, porque va acompañada de una banda sonora muy concreta.

Sí, porque yo tenía desde el principio la sensación de que esta chica que vive como con veinte años de retraso, que sigue viviendo parcialmente en el año setenta y siete, que sigue conservando las casetes de su novio… Me parecía que tenía que utilizar la música porque la música es el mejor mecanismo para evocar el pasado. Las fotografías también nos trasladan al pasado, pero creo que no tienen la fuerza que tiene la música. Ahora me pones esas canciones que yo menciono y me veo con dieciséis años en un sitio determinado, con unos amigos muy determinados a los que no he vuelto a ver. La capacidad de evocación que tiene la música no la encuentras en ninguna otra área de la creación. Ni siquiera la literatura tiene esa capacidad de devolverte recuerdos. Por eso no he querido renunciar a meter esas canciones que son una clave generacional.

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  • Título: Fin de temporada
  • Autor: Ignacio Martínez de Pisón
  • Editorial: Seix Barral (más información del libro aquí y puedes leer un fragmento del libro aquí)
  • 376 páginas. 20,90 Euros (formato papel); 9,99 Euros (formato digital)

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