Adopta una autora: Ethan Frome y Las hermanas Bunner, de Edith Wharton

Adopta una autora

Es un placer que la última reseña que escribo este año sea para mi «autora adoptada» en 2017: Edith Wharton. Es, por lo demás, una escritora que me va a seguir acompañando durante, al menos, el próximo año de forma más o menos bimestral, ya que aún me quedan muchos de sus relatos, novelas y ensayos por descubrir. Para aquellos que aún no conozcáis este proyecto o que queráis conocer por qué me uní, aunque de forma no oficial, os recomiendo leer la primera entrada que escribí: Adopta una autora.

En todo caso, os recuerdo que Adopta una autora es un proyecto que tiene por objetivo dar a conocer la vida y obra de autoras pertenecientes a todas las épocas, nacionalidades, lenguas, géneros literarios y formatos de lectura.

En esta quinta entrega hablaré de un libro editado por Alianza que reúne dos de sus relatos cortos más conocidos: Ethan Frome y Las hermanas Bunner. El primero, atípico por tener un protagonista masculino y porque, como sucedía en Estío, tiene un entorno rural como marco de la historia; la segunda historia es más clásica en su desarrollo literario. Ambas comparten un amargor característico.

Antes de revisar estas dos historias, me adentro de nuevo en la vida de Wharton, descubriendo uno de sus episodios personales más sonado: su divorcio.

Edith Wharton: un divorcio sonado y discreto

El 29 de abril de 1885 Edith Wharton se casó con Edward R. «Teddy» Wharton, un amigo de su hermano, trece años mayor que ella, quien procedía de una familia acomodada de Boston. Su matrimonio era muy esperado en la familia, ya que un compromiso anterior se había roto y Edith parecía más interesada en los libros y la cultura en general que en cumplir con sus obligaciones hogareñas.

Tras su boda, los Wharton se establecieron en Nueva York y pronto compraron una vivienda en Newport, Rhode Island. Teddy sustentaba a la familia gracias a la gestión de sus bienes heredados —nunca se le conoció oficio alguno—, lo que hizo posible que la pareja mantuviera un elevado nivel de vida, viviendo en Nueva York y Newport y visitando Europa con frecuencia. En 1902 se mudaron a una mansión «The Lenox», en Massachusetts. Como Wharton había colaborado con el arquitecto Ogden Codman en el libro «The decoración of houses» (1897), usó todos sus conocimientos para tomar decisiones tanto en el diseño exterior como en la decoración interior de la mansión.

A pesar de que eran intelectual y sexualmente incompatibles, los Wharton mantenían una relación sociable y un nivel de vida elevado, viajando entre Europa y los Estados Unidos. Durante los primeros años de matrimonio, Teddy fue una agradable compañía para Wharton y le ayudó a afianzar su posición en esa aristocrática sociedad que tanto denunció en su obra literaria pero que, sin embargo, valoraba en su vida.

Sin embargo, pronto se cernieron las nubes sobre su matrimonio. A medida que las capacidades como escritora de Wharton se incrementaban, su reputación crecía. En la década de 1890 Edith escribió relatos cortos para Scribner’s magazine, publicó la novela histórica The valley of decision en 1902 y La casa de la alegría en 1905. Dedicaba una gran cantidad de tiempo a personalidades del mundo literario y Teddy se vio relegado a un segundo plano en la vida de Edith. Su estabilidad mental y su salud fueron decayendo y requirió de varias estancias terapéuticas en Europa. En 1907 los Wharton se establecieron en Francia, en la moderna Rue de Varenne. Mientras las relaciones maritales de Edith (que nunca habían sido de carácter íntimo) caían, ella continuó con su carrera literaria. En 1911 publicó la trágica historia de amor Ethan Frome, con gran éxito y buenas críticas. Poco a poco, Edith y Teddy comenzaron a vivir separados, hasta que en 1913 Edith pidió el divorcio apoyada en las causas de la inestabilidad mental y los continuos adulterios de Teddy. Ella también fue acusada de adulterio. En aquel momento mantenía una relación con Morton Fullerton, un periodista del London Times y amigo de Henry James.

Tras su divorcio, Edith continuó viajando a los Estados Unidos para mantener la ciudadanía, a pesar de que su residencia estaba en Francia.

Edward R. "Teddy" Wharton, edith wharton
El marido de Edith, Edward R. «Teddy» Wharton

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Alianza editorial ha decidido, como comentaba, editar estas dos historias en un solo volumen (es posible encontrarlas por separado en otras ediciones). Aunque algo insólito, no es injustificable: si algo relaciona a las dos es un deje de amargura que inunda al lector y a sus protagonistas al término de la historia.

En Ethan Frome nos vemos sumergidos a finales del siglo XIX en la pequeña localidad rural de Starkfield, en el estado de Massachussets. Es un entorno rural, una rareza en la obra literaria de Wharton, y además es un espacio que, a pesar de lo que cabría pensar, describe como opresivo, oclusivo, ya que buena parte de la novela se desarrolla en un invierno gélido, terrible pero habitual, cuando el viendo y la nieve azotan sin descanso las casas y a sus habitantes y aíslan en pueblo, dándole un cierto aire de espacio teatral, bien delimitado.

En un prólogo extraño y tal vez innecesario, un ingeniero es alojado por una noche en casa de Ethan Frome, un hombre extraño que parece vencido por la adversidad. Así, entramos de pleno en la historia principal, la de Frome, de quien descubriremos adversidades y amores. Wharton nos muestra así algo atípico, un personaje principal masculino pero que guarda en la sensibilidad con que lo describe un enorme parecido con sus protagonistas femeninas. Además, las dos mujeres que cierran el complicado triángulo amoroso son tan complejas y tan diferentes entre sí y de él, que Wharton se permite explorar con la gama de emociones que van desde la ira a la pasión, desde la desesperación hasta la soledad. Ethan Frome es una historia trágica, llena de palabras no dichas, de sobreentendidos que se expresan más a través de las miradas y los gestos.

Esta estructura del narrador desconocido en primera persona que abre y cierra la novela y enmarca la verdadera historia, la de Frome en tercera persona, es un recurso extraño, de la historia dentro de la historia que, a modo de flashback enquista y reduce el espacio emocional como el frío invierno hace con el físico.  Una de las novelas consideradas más universales de Wharton, por no reducirse a un entorno de opulencia y burguesía, merece mucho la pena su lectura.

Por su parte, Las hermanas Bunner guarda relación con la anterior en esos personajes que sacrifican parte de su existencia para toparse con que el destino no les ha guardado nada satisfactorio en recompensa por los duros momentos. Ann Eliza y Evelina Bunner son dos hermanas que regentan una pequeña mercería en un barrio humilde de Nueva York. Tanto el barrio como la tienda están cada vez más venidas a menos, pero aún así las hermanas se apañan para mantener una existencia frugal y satisfactoria, dentro de sus limitaciones.

Un día se cruza en su camino un hombre y, a pesar de sentir algo hacia él, Ann Eliza, la mayor, deja espacio a las aspiraciones de matrimonio de su hermana más joven. 

De esta novela decía Soledad Puértolas que es tan perfecta como el mecanismo de un reloj. Tanto en la descripción de los espacios físicos, tan precisa y calculada que parece trasladarte a ese lugar, como en el transcurso temporal que, a pesar de tener lugar a lo largo de los años, se desplaza con suavidad, como si no hubiera saltos ni espacios en blanco, algo imposible en una historia tan breve, Wharton demuestra que controla los términos precisos para arrastrarnos a una historia que más que hablar de un espacio o un tiempo, habla sobre la grandeza humana y sus miserias. Las hermanas Bunner es hasta el momento el relato más próximo a las grandes tragedias griegas de seres humanos que atisban un halo de luz entre las nubes que se ciernen en su destino. Amarga y desoladora, no se puede sin embargo escapar a la atracción del texto.

Con esto cierro esta quinta reseña de la obra de Wharton y espero volver pronto con una nueva entrega.

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Y vosotros, ¿habéis leído estas novelas cortas? ¿Conocíais el movimiento «adopta una autora? ¿Os habéis animado a leer alguna de las obras precedentes de la autora de las que ya he hablado o a acoger en vuestra librería a alguna otra autora? Tenéis los comentarios a vuestra disposición. 

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