El vampiro de Ropraz

Nunca he ocultado que tengo un creciente interés por los libros con vampiros como tema argumental. No diría que raya en la obsesión pero tampoco dejo pasar la ocasión, si el tiempo lo permite, de leer alguno que caiga en mis manos. Es lo que me ha sucedido con El vampiro de Ropraz, recomendación de un buen librero, que se une a historias como las relatadas aquí.

El vampiro como el símbolo del mal.

Es interesante que el amor por el vampirismo se divida en dos vertientes: los que de verdad sienten pasión por esa criatura fantástica bebedora de sangre ajena que ve pasar los siglos con una mezcla de resignación y hastío y quienes, como yo, entendemos que su presencia es un símbolo de una maldad que habita en el ser humano y que rompe los esquemas de lo racional, buscando por tanto un alejamiento de lo que significa ser persona y llevando esa mancha hacia otro espécimen en un intento por aliviar cierta culpa colectiva.

Jacques Chessex (Payerne, Suiza, 1934 – Vaud, Suiza, 2009) experimentó de primera mano la escritura sobre el mal. Se le considera el mayor escritor suizo en lengua francesa, entre otras razones por ser el único que ganó no una sino dos veces el Premio Goncourt: en 1972 por su novela El ogro y en 1999 por el conjunto de su obra poética. A pesar de ello buena parte de su obra no fue bien recibida en su país, como es el caso de Un juif pour l’exemple, novela publicada en 2008 y basada en la muerte del tratante de ganado Arthur Bloch por los nazis suizos en su casa en Payerne.

En su caso, fue a partir de mediados de los años setenta cuando su fascinación por el mal tuvo una traslación más evidente a su obra literaria, con obras como L’Ardent Royaume (El reino ardiente, 1975), Les Yeux jaunes (Los ojos amarillos, 1979), Morgane Madrigal (1990) o la que menciona a un vampiro inexistente inspirado por la historia de su pueblo: El vampiro de Ropraz (2007)

Jacques Chessex
Jacques Chessex

El vampiro de Ropraz: inspiración en la vida real

Como narra en el prefacio, cuando Jacques Essex se fue a vivir a Ropraz, en mayo de 1978, la tumba de Rosa Gillièron estaba en el mismo lugar del cementerio que narra en su historia.

El vampiro de Ropraz es una novela no apta para estómagos sensibles, probablemente podría situarlo en un nivel más depravado que El necrófilo ya que, en esta última, el amor desviado era lo que motivaba al protagonista a cometer sus acciones antinatura, mientras que aquí no hay justificación posible.

La novela está narrada a modo de crónica periodística con un equilibrado peso de la información frente a la emoción pero sin privarse de caer en lo que podríamos encajar como periodismo más amarillista. En el pueblo de Ropraz, en febrero de 1903, la joven de veinte años Rosa Gillièron muere a causa de una meningitis. Al día siguiente de su sepelio un testigo encuentra la fosa abierta: el cadáver está vejado de todas las formas posibles; su cuerpo: violado, troceado, destrozado a mordiscos, abierto en canal. Sobre él ha actuado un ser que, a falta de una definición mejor, será bautizado por la población como «El vampiro de Ropraz». No acaba ahí la cosa: en los siguientes meses dos cadáveres de mujeres sufrirán una interrupción similar de su descanso eterno.

Un mal diluído

A pesar de que los hechos descritos por Chessex caen en un cierto sensacionalismo, no por ello falta de veracidad, no es el objetivo regalarse en el atroz crimen sino dar un paso más allá para explorar la maldad en el ser humano. La novela comienza con una magnífica descripción, concisa y terrible, de la región y de sus gentes, un lugar donde los lobos ya están extintos y apenas hay osos, un lugar donde el hombre encarna ahora todo lo que puede ser lascivo, doloroso, mortal y maligno.

El vampiro de Ropraz es una novela sobre la oscuridad que anida en muchos y que permanece oculta tras las paredes de los hogares. Abusos, incestos, zoofilia y demás perturbaciones como válvula de escape de horrores y traumas, dolores infrigidos que transforman almas suficientes en sádicos que repiten historias una y otra vez. Pero es también la historia de una incipiente ciencia médica, tanto en lo referente a la salud mental, aún en pañales en algunos aspectos, como en las ciencias forenses y sus capacidades de poner al descubierto a los monstruos que aterrorizan a niños, mujeres y hombres en sus pesadillas.

Castas, poder y masa social

Tampoco escapa la historia a la eterna lucha entre poderosos y pobres, en un plano económico y social; la investigación pronto se cierne sobre un sujeto sin posesiones, sin amistades, sin nadie que lo defienda y Chessex no pone en duda, como tampoco lo hicieron sus coetáneos, la culpabilidad sobre el ataque de los cadáveres. Tal vez el lector avispado vea ahí una sombra del poder del miedo aplicado sobre la masa social que deja de pensar de forma racional y solo quiere dormir tranquila, aunque sea a costa de un inocente.

Quien tenga el ánimo de adentrarse en El vampiro de Ropraz —confieso que acabo de encargar un ejemplar de El ogro, bastante agotado por cierto— no va a encontrar criaturas míticas sino monstruos muy reales que a día de hoy siguen pululando por los pueblos y las ciudades, como bien demuestran obras mucho más recientes como La ciudad de los vivos de Nicolás Lagioia. Es evidente que es Jacques Chessex es un magnífico narrador (acompañado por el saber hacer del traductor Jaime Zulaika) y se merece una vuelta de tuerca recuperar algo más de su obra en nuestro idioma.

el vampiro de ropraz
  • Título: El vampiro de Ropraz
  • Autor: Jacques Chessex (traducción de Jaime Zulaika)
  • Editorial: anagrama (más información del libro aquí )
  • 96 páginas. 14,90 Euros (formato papel)

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