Aunque agosto es el mes escogido por muchos para abordar esos «tochazos» infinitos —por cierto, si tenéis curiosidad por leer volúmenes de gran extensión, el equipo de Un libro al día celebra habitualmente su tochoweek. Ahí encontraréis propuestas abundantes—, con el volumen de trabajo que tengo y tendré en las próximas semanas no me planteo lecturas de más de trescientas páginas, tirando por lo alto.
No por eso he querido dejar de celebrar este extraño mes sin fiestas populares a mi manera. Esa manera ha sido agrupar varias lecturas con un punto en común: el salvaje oeste. Las novelas con esa temática están repuntando, si es que alguna vez se fueron. El Oeste, con sus historias de venganza y persecución, con sus duelos al sol naciente, con su soledad y su agreste paisaje son el punto de partida de muchas novelas actuales que han bebido de su espíritu aunque se han adaptado a los nuevos tiempos.
Empiezo este miniciclo con Como si existiese el perdón, novela corta de Mariana Travacio, donde confluye con este western moderno otra casuística: el boom —porque a estas alturas no se puede decir de otra forma— de las autoras sudamericanas que están llevándose de calle buena parte de las reseñas actuales en medios, tanto oficiales como no.

Como si existiese el perdón: notas de color en el polvo de la tierra
Un grupo de hombres descansa al final de la jornada, mate en mano. De repente aparece un forastero. La conversación se torna mala, de las palabras se pasa a las armas y el extranjero es asesinado, enterrado y silenciado. Pero pronto habrá quien venga preguntando por él y no todos saben enfrentar el miedo de ser descubiertos.
Así comienza Como si existiese el perdón. Una novela que no se sale de los cánones de la literatura de venganza y redención, de buscar en la sangre ajena aquello que logre que los protagonistas se sientan en paz consigo mismos. La novela es una dicotomía entre el exterior y el interior: tal vez no vale la pena reflexionar en demasía y dejar que la acción tome su curso natural, el del fuego de las armas, el desgarro de los cuchillos, suponga el descanso por tantos ansiado.
Y dice que al final lo reconoció donde se reconoce la gente: lo encontré en los ojos, dijo, los tiene gastados, pero al fondo de la mirada todavía se lo encuentra.
Como si existiese el perdón es ante todo una novela de espacios, de casas a medio hacer o semi derruidas, de estructuras de camas que hay que recomponer para que duren unos años más, de terrazas en las que tratar de escapar del protagonista que envuelve la historia: el tiempo implacable. El sol pudre cadáveres y merma las posibilidades de unas tierras baldías en las que cultivar es una lucha diaria. Las lluvias esporádicas son torrenciales y ahogan a quien deje entrever cualquier mínima debilidad. Visto el panorama no extraña que los hombres —hombres sí, porque las mujeres, escasas presencias secundarias en la historia, parecen mostrar una mayor capacidad de comprensión y aceptación de lo que les ha tocado vivir— den esa imagen de eterna rudeza que esconde los miedos que no deben mostrarse.
Los miedos combatidos a golpe de hombría
En Como si existiese el perdón hay muchos miedos, sí. Miedo a no trascender, miedo no ser lo que esperan de nosotros. Por supuesto, miedo a no demostrar la capacidad de defender la tierra y a quienes la comparten con uno. Miedo que arrastra y carcome por dentro, miedo que se transforma en odio, en rebeldía inútil, en venganza a fin de cuentas.
En algún momento el lector es consciente de que esto no es una lucha de malos contra buenos, de quién tiene la razón. En una tierra de almas perdidas condenadas al purgatorio poca salvación hay para quien se abrace a cualquier tipo de moral o ética.
La sensación de condena se ve afianzada por una estructura de capítulos muy cortos, apenas pinceladas que arrastran la historia poco a poco, como la brisa que levanta un poco de polvo de la tierra hasta convertirse en huracán que derriba todo a su paso. Travacio no da pie a especulaciones. Tampoco cuenta todo: sus palabras son las de las acciones y el lector será invitado a sumergirse, si se anima a ello, en la mente de esos hombres perdidos de la mano de dios.
[…]: a los fantasmas hay que pelearlos de entrada, Tanito, porque sino se afianzan, ¿sabes?, y se acaban instalando y no se van más.
- Título: Como si existiese el perdón
- Autor: Mariana Travacio
- Editorial: Las afueras (más información del libro aquí )
- 144 páginas. 15,95 Euros (formato papel)