La semana pasada hablaba de la relectura de libros con el ejemplo de Carmilla. Tal vez olvidé hacer una puntualización: todas mis lecturas de Carmilla han tenido lugar en mi vida adulta. Hoy traigo otro libro que he releído durante el verano atraída por los magníficos relatos de Jack London incluidos en la antología El camino al Oeste. La diferencia respecto a Carmilla es que Colmillo blanco lo leí en la infancia —tal vez con diez u once años, no lo recuerdo con precisión— y cuando somos pequeños tendemos a magnificar las experiencias.
Así que, ante la imposibilidad –que no falta de ganas— de enfrentarme ahora mismo a los tres volúmenes de cuentos completos de Jack London editados por Reino de Cordelia, me he decantado por la edición de Alianza de Colmillo Blanco que, para qué negarlo, es una de sus novelas más conocidas junto con La llamada de la naturaleza (o de lo salvaje o de la selva, según la traducción que uno escoja).
Jack London y el límite entre lo humano y lo animal

London nació en San Francisco en 1876, hijo ilegítimo del astrólogo William Chaney, de quien no se sabe si llegó a casarse con su madre, Flora Wellman. Ella es descrita como «neurótica y aficionada al espiritismo», algo que tal vez merezca la pena revisar. En una carta que Chaney envió al escritor negaba ser su padre, pero nunca se llegó a resolver la duda.
Su formación es autodidacta y basada en las lecturas en la biblioteca pública. Trató de entrar en la universidad de California y lo consiguió en 1986, pero un año más tarde la abandonó al no poder abonar los costes. Nunca llegó a graduarse. En su años jóvenes fue albañil, obrero, jornalero agrícola, pescador… En 1987 se dirigió a Alaska, a Klondike, consumido por la fiebre del oro. Pero debido a las duras condiciones de trabajo y la mala alimentación desarrolló escorbuto y acabó regresando un año más tarde convencido de su deseo de dedicarse a la literatura.
Aún así, es evidente que ese año le marcó con fuerza, porque gran parte de sus novelas y relatos tienen lugar en la agreste y dura frontera de Alaska. El éxito le llegó en 1900 con la publicación de una colección de relatos titulada El hijo del lobo, a la que seguirían obras que han perdurado en nuestra memoria como La llamada de la selva en 1903, El lobo de mar en 1904 o Colmillo blanco en 1906
Colmillo blanco o contraste fondo-forma
La relectura de Colmillo blanco ha sido el ejemplo perfecto de cómo la percepción de un texto cambia con las circunstancias del lector. En mi mente estaba el recuerdo de un cachorro de lobo que «vivía aventuras». La simplicidad de la vida en un entorno privilegiado a los once años no tiene comparación.
La lectura actual me ha mostrado un texto lleno de complejidades y ha venido a confirmar algunas de las características de la escritura de London que había detectado en sus relatos. Colmillo blanco sólo es la historia de un lobo en superficie, en forma. La aparente simplicidad de los textos de London, que permite el desarrollo de la acción a un ritmo pausado y en muchas ocasiones con un final previsible para el lector, oculta un fondo complejo en el que la lucha por la supervivencia se impone como tema principal.
El relato inmerso en la novela
La primera parte de Colmillo Blanco es tal vez lo mejor del libro y podría plantearse incluso como un relato separado del resto de la narración. Dos hombres en su trineo tirado por perros tratan de alcanzar su destino perseguidos por una manada de lobos. Es un invierno que se ha tornado excesivamente duro y cruel. Uno de los lobos, una hembra particularmente sagaz, consigue separar a los perros uno a uno de la protección de los hombres. Son devorados por la manada hasta que los hombres, solos, sin balas y con el único recurso de un fuego débil en la nieve, se enfrentan a lo que parece un final inevitable.
Jack London ofrece un paisaje que marcará el tono de la novela: agreste, duro y reacio a ofrecer sus virtudes a nadie más que a aquellos que estén dispuestos a todo por conseguir sus objetivos. La loba, Kiche —pronto sabremos que se trata en realidad de una perra huída de un campamento indio— no tiene problema alguno en matar a sus semejantes. Está en juego su supervivencia y, por extensión, la de los lobos.
La visión teriomórfica de London.
Superada la primera parte nace Colmillo blanco, el único superviviente de la camada de Kiche. A partir de este momento y durante lo que resta de la novela, el texto se ensañará con el cachorro una y otra vez. La pérdida de su madre, el rechazo de los demás perros del poblado indio donde acaba, amos maltratados que lo apalean, peleas organizadas… todo se sucede hasta convertir a este mestizo en el animal más fiero, ágil, rápido e indomable de las Tierras Vírgenes.
No se escapa de la comprensión del lector que la elección de un animal como protagonista no es sino la metáfora que bien podría aplicarse a otros campos. ¿Está Jack London hablando de una lucha de clases? Su biografía tal vez nos lleva a plantearnos la necesidad de un hombre hecho a sí mismo de ser aceptado en una sociedad que no termina de ser la suya. También hay una cierta exaltación de la agresividad y la violencia si las circunstancias se prestan a ello.
Agresividad, clases sociales y racismo
También es posible que la novela haga un llamamiento a la lacra del racismo. Colmillo blanco jamás logra encajar del todo en ninguna parte. Tal vez ni siquiera debiera encajar, pues su naturaleza no es ni salvaje ni domesticada. Tal vez el final sea una especie de redención para el autor, que termina por defender que el animal sea como es, aceptando que no todas sus características se van a ajustar a los roles establecidos.
La lectura también me ha resultado en ocasiones tediosa, frente al la sensación de trepidante desarrollo que tenía en la mente. En un texto de estas dimensiones, frente a los relatos breves, Jack London remarca e insiste en varias ocasiones en el título del capítulo, alargando de forma innecesaria los párrafos y, de forma no voluntaria, aludiendo a una falta de comprensión de lector.
Aún así leer Colmillo Blanco me ha confirmado que se puede saborear a dos niveles diferentes y gustar en ambos y que su recomendación habitual como lectura juvenil puede hacer perder al lector adulto una oportunidad de descubrir un autor del que cada vez me estoy enamorando más.
- Título: Colmillo blanco
- Autor: Jack London (traducción de María del Mar Hernández de Felipe)
- Editorial: Alianza Editorial (puedes leer más información sobre el libro aquí)
- 312 páginas. 10,50 Euros (formato papel)