La buena alumna y las malas expectativas

Pasamos la vida debatiéndonos entre lo que somos y lo que creemos ser; entre lo que tenemos y aquello a lo que aspiramos; entre lo que nos imponemos a nosotros mismos y lo que los demás, ya sea la sociedad en general, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo… esperan de nosotros. Es un enfrentamiento entre la ficción y la realidad, un juego complicado en el que conseguir equilibrar las expectativas de todas las partes se convierte en un reto imposible y las decepciones crecen y se retroalimentan en todas las partes involucradas.

A ello tenemos que sumar la confianza que tengamos —o dejemos entrever— en nosotros mismos. Una vez establecida la meta: ¿seremos capaces de alcanzarla? ¿nos dejaremos vencer al primer obstáculo que se erija en el camino? ¿Será ese obstáculo nuestra propia mente, nuestra inseguridad, un elemento ficticio o real que acabará con nuestros sueños?

Algunas de estas cuestiones hacen mella en la protagonista de Buena Alumna, la opera prima de la escritora argentina Paula Porroni (Buenos Aires, 1977), que nos ofrece un crudo relato de una juventud perdida sin destino, de la que se espera mucho, que espera más aún de si misma, pero que acaba asemejando al hámster que da vueltas y más vueltas en la rueda de su jaula sin llegar a ninguna parte.

La protagonista es una joven que regresa a Inglaterra, donde cursó sus estudios, con el objetivo de labrarse un futuro lejos de su Argentina natal, en cierta forma asqueada por la falta de cultura de su madre y su entorno, pero dependiendo de la exigua paga que ésta le manda cada mes. Así, se ve obligada a aceptar trabajos muy por debajo de su capacitación, en un reflejo de los miles de universitarios que han hecho de los estudios su única baza y que se ven ahora incapaces de encontrar un puesto a la medida de sus conocimientos. Son jóvenes que se sumen en una constante insatisfacción con un mundo que les garantizó que estudiar sería la solución para todos sus problemas. Aún siendo consciente de ello, la protagonista no ceja, y acaba por intentar acceder a un postgrado de arte, en ese círculo vicioso de constante reeducación, de solucionar la falta de salida laboral con más estudios cuando estos fueron en un principio la causa de todo.

El tema de sus estudios será el still-life, ese estraño estado de «casi-muerte», de lo inmóvil, de lo que apenas sucede. Es un tema que enlaza con la propia protagonista: no está muerta, pero se siente muerta en vida, no avanza, no encuentra el camino para lograr sus aspiraciones, como tampoco lo hacen todos aquellos con quienes se relaciona. Se acumulan los fracasos, los golpes en vida, los errores que no lo son tanto. Y, sin embargo, ella se empecina, se esfuerza, se exige un nivel de autoperfeccionamiento que raya en lo grotesco: corre sin cesar, con disciplina, pero también llega a auto lesionarse para acallar el dolor mental con el físico, para demostrarse que puede llegar más allá, estudiar más, hacerlo mejor, siempre mejor, aunque no haya una meta que alcanzar.

Laura Porroni consigue así —con un lenguaje propio de su argentina natal, que en España tal vez nos suena en ocasiones extraño, pero que no impide una más que agradable lectura— pasar del personaje individual a la visión de una generación perdida. Sin entrar a fondo en las grandes cuestiones, como el traumático avance de una juventud que cada día es más longeva a la etapa adulta o el cambio en las expectativas de esta generación sobreeducada, no las omite, sino que las oculta entre carreras, libros de texto y llamadas desde Argentina.

Buena alumna habla de una crisis existencial que no es solo la de la protagonista, sino la de otros muchos que pululan sin una ruta o, tal vez, con una tan prefijada que no son capaces de darse cuenta de que al final no les espera la absolución, sino un bloque de hormigón contra el cual estrellarse.

  • Título: Buena Alumna
  • Autor: Laura Porroni
  • Editorial: Minúscula (podéis leer más información sobre el libro aquí)
  • 120 páginas. 16,00 Euros (formato papel)
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