Una de las preguntas que nos estamos formulando en la sección «Libros de piscina» del programa radiofónico Graffiti, en Radio Euskadi, es qué son en realidad los libros de piscina. Si atendemos. lo que se comenta en los corrillos literarios, son sobre todo best sellers y libros de bolsillo, ediciones de bajo presupuesto y alta concentración de cliffhangers por volumen, de vocabulario no demasiado intenso ni mucha concatenación de frases subordinadas. Son libros para pasar el rato, para disfrutar sin comerse demasiado la cabeza.
En el tercer programa he querido hablar de dos libros que creo sí encajan mejor con esa idea de lecturas de verano, pero que mantengan sin embargo un cierto toque estilístico y que sean un poco más que un mero pasatiempo. Nos vamos a trasladar a otro país: directos a la campiña inglesa. Allí nos vamos a empapar de sus verdes prados, de los riachuelos que atraviesan valles salpicados de casitas donde, a primera vista, nada puede alterar la normalidad de una vida cotidiana y aburrida.
Y sin embargo el bucolismo del paisaje puede ir reñido con las circunstancias y en este decorado tan ideal será donde dos maravillosas autoras británicas situarán buena parte de su prolífica labor literaria y, por qué no decirlo, deslumbrante también.
Bienvenidos al reino de las damas inglesas. Aquí podéis escuchar el programa:
El primer libro recomendado es un viejo conocido de esta web: Rebecca, de Daphne du Maurier. A esta casi obligatoria lectura en la que el paisaje inglés cumple una labor mucho más allá de ser un mero acompañamiento ya le dediqué una extensa entrada que podéis leer en el enlace.
No hay verano sin Josephine Tey
Este es el lema que ha escogido la editorial asturiana Hoja de Lata. Editorial que, por otra parte, ya nos tiene acostumbrados a lemas tan ilustres como «abre un puto libro». La verdad es que en este caso no podemos estar más felices. Un verano sin Tey es un verano triste y oscuro.
Su última novela editada en nuestro país es Amar y ser sabio, historia que se suma a otro buen puñado de historias deliciosas de esta autora escocesa, dotadas de ese sutil encanto que los escritores ingleses dominan como nadie. Como ya comenté en una reseña anterior, en aquella ocasión de Patrick ha vuelto, tanto tiene esta autora de deliciosa como de inocua. No es, ni mucho menos, un insulto: leer a Tey es un grandísimo placer, sin consecuencias ni efectos secundarios más allá de que el tiempo pasa y no te enteras.
Josephine Tey (Inverness, 1896 – Londres, 1952), bautizada Elizabeth Mackintosh, nació en la localidad escocesa de Inverness, el 25 de julio de 1896. Era la mayor de las tres hijas del frutero Colin Mackintosh y la antigua profesora Josephine Horne Mackintosh. Asistió a la Academia Real de Inverness y a la Universidad de Birmingham. Enseñó educación física en varias escuelas de Inglaterra y Escocia, aunque en 1926 se estableció de nuevo en Inverness para cuidar a su padre, comenzando entonces su carrera como escritora. En realidad el nombre con el que la conocemos es un pseudónimo: Josephine era el nombre de su madre y Tey el apellido de su abuela.
Además escribió varias obras de teatro bajo el nombre de Gordon Daviot y cuatro de ellas se produjeron en vida de ella. Richard of Bordeaux fue la que más éxito obtuvo: permaneció en cartel durante catorce meses.
Aunque prácticamente nadie la recuerde en Gran Bretaña, formó parte del cuarteto de damas que definieron la Edad de Oro de la novela británica de misterio. Las otras tres eran Agatha Christie, Dorothy Sayers y Ngaio Marsh. De todas las obras que publicaron estas ilustres escritoras, las de Tey son las más logradas.
Su novela “La Hija del Tiempo” (que también está editada por Hoja de Lata y en la que estoy sumergida ahora mismo) fue incluso elegida en 1990 como “la mejor novela de misterio de la historia” por la Asociación Británica de Escritores de Obras Policiacas, gracias al nivel de rigurosidad y documentación de sus trabajos. Su protagonista, junto con el de otras cuatro novelas más, incluida Amar y ser Sabio, es el inspector de Scotland Yard Alan Grant, y en esa novela resuelve, mientras permanece internado en un hospital, el misterio del asesinato en el siglo XV de los sobrinos del rey Ricardo III de Inglaterra.
Amar y ser sabio, una novela de caracteres en un paraje idílico
La autora gusta de sumergirnos en pequeños espacios cerrados rurales, reflejo de lo que el lector puede intuir como la campiña inglesa, donde el tiempo que los quehaceres diarios dejan libre se dispone para murmurar y vigilar lo que hacen los vecinos y cada finca está a la distancia justa para proveer cierta intimidad familiar pero quedar expuesta a los curiosos.
Así es precisamente Salcott St. Mary, un pueblecito que ha sido invadido por miembros destacados de la cultura londinense que han convertido el lugar en una curiosa mescolanza de caracteres locales y foráneos. Allí se tendrá que desplazar el inspector Alan Grant, de Scotland Yard, para investigar la desaparición de un joven y hermoso fotógrafo estadounidense, Leslie Searle, al que había conocido previamente y que genera en todo el que le concoce una atracción ineludible y extraña, como si ejerciera al mismo tiempo el deseo de estar con él y sin él.
Amar y ser sabio es una historia de los personajes que Tey define con nitidez y elegancia, apoyando los vericuetos psicológicos de cada uno en su aspecto y en sus reacciones físicas. Es cierto que, a usanza de la época, muchos de sus personajes adolecen de un desarrollo, de ese necesario acompasar el carácter a las circunstancias y, en ocasiones, se convierten en caricaturas arquetípicas. El lector será capaz de intuir sus reacciones antes de que estas se produzcan. Eso, según como se mire, es tanto un acierto por su capacidad de definición como una incitación al aburrimiento. Aún así es imposible no tenerles cariño y no intentar colocarse en el lugar del inspector, que se desenvuelve con la misma elegancia en los bajos fondos que entre la sociedad más selecta.
Tey tiene además un sentido del humor único, muy cínico pero que con mucha fuerza deja caer ideas que podían ser incluso no muy correctas para la época, como por poner un ejemplo la crítica a que la mujer sea considerada solo como un almacén de la maternidad o que todo el mundo practique la poesía sin demasiado respeto por el género.
Es la literatura que no deja una huella indeleble con el paso de los días, pero que guarda en nuestra memoria un poso de satisfacción ante un tiempo bien empleado pasando sus hojas. Lo que importa en ella es el camino, no el desenlace, es sumergirte en ese paisaje y no querer salir jamás.
- Título: Amar y ser sabio
- Autor: Josephine Tey (Traducción de Pablo González-Nuevo)
- Editorial: Hoja de Lata (más información del libro aquí )
- 289 páginas. 21,90 Euros (formato papel)