Otro remordimiento es que se me antojaba como lo más natural el tener una madre viva. No calibraba lo suficiente lo preciosas, lo efímeras que eran sus idas y venidas por mi piso.
¿Qué se puede hacer con el dolor que se hace grande, se acumula y destroza cada terminación nerviosa cuando muere un ser querido? Hay quien lo esconde, lo oculta en lo más profundo y sigue con su vida como si nada hubiera pasado; pero también hay quien necesita sacarlo a la luz, practicar un exorcismo, bien sea mediante gritos, llanto o, como en el caso de muchos escritores a lo largo de la historia, a golpe de palabras.
Muchos han sido quienes han hecho del duelo motivo de inspiración para sus obras. En esta bitácora han aparecido algunas de esas historias: desde El nadador en el mar secreto, un lloro al hijo que apenas nació, hasta el hermoso recuerdo que Jiro Taniguchi guarda en El almanaque de mi padre. Pero son muchas más las que me vienen a la memoria: el frío y descriptivo elogio de Richard Ford en Mi madre, la sensibilidad de la novela gráfica La casa, de Paco Roca, el continuo conflicto relacional de Alison Bechdel en ¿Eres mi madre? o, incluso, pero de una forma muy distinta, los testimonios de una historia cercana de Voces de Chernóbil recopilados por Svetlana Alexievich. No son los únicos — podéis ver más libros relacionados con el duelo o el luto en este artículo o en este otro— ni será este el fin de una escritura que busca calmar el dolor, ponerlo en perspectiva, escupirlo o adormecerlo con palabras o, incluso, ofrecer un acto de justicia y reconocimiento a quienes ya no nos acompañan.
¿Qué me queda por amar ahora, con ese mismo amor seguro de no quedar defraudado? Una pluma, un mechero, mi gata.
El duelo es también el tema central de El libro de mi madre, una pequeña, pero muy hermosa obra de Albert Cohen. La madre de Cohen falleció en Marsella, en la Francia ocupada, en 1943, cuando él estaba refugiado en Londres. El dolor por su muerte le hace escribir Canto de muerte (Chant de mort), un texto mucho más extenso y lleno de ira; un texto que retomará y revisará diez años después, para matizarlo con la perspectiva que da el tiempo y convertirlo en El libro de mi madre.
Ante una obra de estas características cabe pensar cuál es su valor. ¿Qué le importa al lector el duelo ajeno, el dolor que no le es propio, procedente de una persona, de un entorno, de unas circunstancias que le son ajenas? Cohen permite salvar ese escollo dotando a esta historia de dos grandes atractivos: por un lado, es una biografía de su madre contada de forma dulce, hermosa, desde una perspectiva casi infantil, desde el dolor, pero, sobre todo, desde el amor, y nos ofrece un retrato que va desde los más nimios detalles de su vida hasta los sentimientos más universales, de la simple anécdota hacia lo más global –amor, dolor, remordimiento…—.
La madre de Albert Cohen no tiene nada fuera de lo común. Es más, se podría decir, por su descripción, que era incluso vulgar para sus aspiraciones de hombre adulto. Una mujer que ha emigrado y nunca llega a adaptarse al nuevo entorno francés cuyas normas sociales y costumbres le son extrañas y le intimidan; una mujer muy centrada en su sentimiento religioso y el cuidado de su hogar; madre devota que encuentra al niño cómplice, entregado y que, según Cohen crece y se incorpora, él sí, al entorno adulto, acepta con amor el rechazo.
Así vemos ese cambio donde Cohen pasa a avergonzarse primero de su madre, a quien llega incluso a increpar por dejarle en evidencia, pero luego, tras su muerte, cuando ya no hay solución posible, la vergüenza se traslada a él mismo, por no haber sabido valorar lo suficiente el amor que recibió a lo largo de su vida ni corresponder de igual forma.
Y tú, mi único amigo, tú, a quien contemplo en el espejo, contén esos secos sollozos y, ya que quieres atreverte a hacerlo, habla de tu madre muerta con falso corazón de bronce, habla tranquilamente, estar tranquilo, quién sabe, acaso todo será acostumbrarse.
Así es como, poco a poco, El libro de mi madre llega a la conclusión de que madre no hay más que una, nos ofrece un relato que es universal en su concepción, pues nadie puede librarse de ese sentimiento de pérdida por su progenitora, ni siquiera los huérfanos que lo experimentan antes que cualquier otra cosa. Es un lamento escrito desde la soledad de un escritorio, desde el reflejo de un espejo donde Cohen se observa a sí mismo y reflexiona sobre la maternidad y sobre la ausencia. Un Cohen maduro que ansía, a ratos, volver a ser el niño objeto de todas las atenciones maternas.
Quiero que esté aquí y me diga, como antaño, que no escriba demasiado, “que escribir tanto es malo para la cabeza y ha habido eruditos, ¿no lo sabes, hijo mío?, que han enloquecido de tanto pensar, y estoy tranquila cuando duermes, porque al menos lo piensas cuando duermes”.
- Título: El libro de mi madre
- Autor: Albert Cohen (traducción de Javier Albiñana)
- Editorial: Anagrama, colección Quinteto (Puedes ver más información aquí)
- 144 páginas. 8,40 Euros (formato papel)
Puedes conseguir el libro clicando en la siguiente imagen:
¿Has leído El libro de mi madre? ¿Y Bella del señor, la obra más conocida de Cohen? ¿Tienes en mente algún otro libro sobre el duelo que te gustaría recomendar? Tienes los comentarios a tu disposición.
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