Rusa. Rusa como la ensaladilla que su madre preparaba los domingos. Ruso como el vodka que bebió el día que nació su hija Aroa. Rusa como las muñecas con las que Elba se empeñaba en decorar el aparador. A Damián le gustaba lo ruso. Y el juego. Y nunca más sintió esa excitación al girar el tambor de un revólver Nagant M1895 sobre la palma de su mano izquierda.
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