Para Vicente Fernández de Bobadilla, por su reacción a una palabra amable y su inspiración para este apunte.
Te intuyo como parte esencial de mi vida. Te necesito antes de saber que existes, antes incluso de darte forma en mi mente y hacer de ti algo tangible. Una vez adquiero consciencia, busco la forma de hacerme contigo. Salgo al encuentro de quien te ofrezca, aunque tenga que pagar un precio. Te adquiero. Deslizo por tu superficie mis manos aspirando el olor de lo nuevo, de lo que está por venir. Hay miles de ilusiones depositadas en tu cuerpo inmaculado. Te poseo. Te convierto en mi confidente. Te ofrezco mi vida entera: mis sueños, mis pensamientos, mis desvelos, mis pautas, mis manías. Te permito controlar mis idas y venidas. Eres una madre bondadosa que me acompaña a todas partes, que me recuerda todo antes de permitir que quede en evidencia frente a los demás. Eres mi musa, te ofreces como lienzo donde explayar mis creaciones. Eres mi biblioteca, recordatorio continuo de frases más brillantes que cualquiera que pueda crear yo. Te tengo. Confío en ti. Te pierdo. Te extraño. Me desesperan tus ausencias que se me antojan voluntarias, crueles. A veces pienso que yo mismo las provoco de forma inconsciente para recordarme lo imprescindible que eres. Te cansas. Te agotas. Tu vida llega a un final abrupto, sin medias tintas. Cuando intuyo el término de tu existencia, vuelvo la mirada atrás y reviso nuestro camino juntos. Decido qué hacer contigo: guardarte como parte de mi vida o tirarte como un desecho innecesario. Eres un contenedor de alegrías, pero también un recordatorio de fracasos, de planes frustrados, de aquello que pudo ser y no fue. Rechazo párrafos enteros de nuestra convivencia. Me niego a mi mismo en las sombras del reflejo que veo en ti. Te sustituyo por otra que eres tu misma, con otro envoltorio. Cuando ella llega, tu te haces innecesaria. Traslado parte de ti a su alma y retomo un ciclo que no tiene fin.
Qué haría yo sin ti, mi pequeña libreta.
1 comentario en “En frascos pequeños”
Pingback: Haz tu propio cuaderno | Relatos en construcción