Capítulo 3.- El técnico de ascensores
—¡Joder Manolo, mira por dónde vas, que nos vamos a dar una hostia!
—¡Mierda!
Otra vez no. Como vuelva a golpear la furgoneta, a la puta calle que me voy.
—¿El semáforo estaba en rojo o en verde?
—¡Y a mí qué me cuentas! Estás conduciendo tú, ¿no? A ti el carné te lo regalaron, ¿a que sí?
—Javi, NO-ME-JODAS.
En verde. Estaba en verde, seguro. Tampoco iba tan rápido. Como me quede sin trabajo otra vez, Laura me manda a la mierda, y de esta, para siempre. Y yo a Segovia no vuelvo, ni hablar. Nada de admitir que soy un fracasado, que la vida me ha dado de leches. El semáforo estaba en verde y se acabó.
—Manolo, no te calientes, que te conozco, ¿eh? Anda, baja con calma, que seguro que lo arreglamos en un momentito.
—¡Qué hostias me vas tú a conocer! ¡Eh!, ¿por qué no miras por dónde vas, atontado? ¿Es que no has visto que tenías el semáforo en rojo?
—Yo…. Ya puede perdonarme, lo siento mucho. No me he fijado en el semáforo. ¿Está usted seguro de que estaba en rojo?
Esta es la tuya Manolo, aférrate a un clavo ardiendo. Éste no se entera de nada, su seguro se hace cargo, y un mes más que llevo un sueldo a casa. Ahora, mucha calma, y sé amable, que el pipiolo te diga que sí a todo.
—¡Pues claro que estaba en rojo! Si es que… seguro que estaba hablando por el móvil. Que no se puede andar así, hombre, que aquí tenemos que ganarnos la vida, y si me deja sin furgoneta, pues ya me dirá cómo voy a hacer mi trabajo.
—Sí, sí, si tiene usted razón. Estaba cogiendo un paquete de chicles de la guantera. Voy a una entrevista de trabajo, y llego tarde y seguro que ya no me cogen.
—Bueno, bueno, tampoco se ponga así, que sólo ha sido un toque. Arreglamos los papeles del seguro en un momento y así nos podemos ir cada uno por nuestro lado. Mire, ¿por qué no llama a donde quiera que fuera y yo aviso también de que llegamos tarde? Javi, pásame el teléfono. Y marca el número del jefe, que se va a poner contento. Y saca los papeles del seguro.
—¿Y un café no quieres que te traiga?
—Javi, no me calientes.
Por un día me he levantado con buen pie. El pavo este se hace cargo de todo. A ver si ahora no aparece por aquí ningún imbécil diciendo que él tenía preferencia…
—Toma, aquí tienes.
—Buenos días. ¿Es usted el administrador de la calle Aurelio Bravo 36?
—¿Qué dice? No le entiendo nada. ¿El administrador? Oiga, yo no soy el administrador, soy el presidente de la comunidad. ¿Quién es usted? ¿Qué quiere?
—Soy el técnico del ascensor. Estoy en un atasco, pero llegaré en unos quince minutos.
—Pero hombre, ¡dese prisa! Que la chica esta lleva ya más de cuarenta minutos esperando ahí encerrada. A saber cómo estará. Estoy preocupado, ¿sabe? Ha dejado de contestarme.
—No exagere, que me han dado el aviso hace veinte minutos. Seguro que está bien.
—Pues le habrán avisado mal, porque yo he llamado hace casi una hora. A mí no replique. ¿Qué se cree, que chocheo?
—Está bien, está bien, no se enfade. Vamos de camino y llegaremos lo antes posible, ¿de acuerdo?
Joder con el viejo. La que nos espera. Seguro que es de esos que además se creen técnicos supervisores. Ya lo estoy viendo: una histérica en el ascensor y éste diciéndonos qué botón apretar, qué cable cortar y adónde apuntar la linterna. Y todo eso, en bata y zapatillas de andar por casa. A ver si Laura va a tener razón cuando dice que al jubilarnos, los hombres nos vamos a la mierda cuesta abajo.
—Bueno, ¿qué te dice?
—¡Qué va a decir! Pues lo de siempre, Javi. Que la chica esa se está muriendo de un infarto agravado por caspa.
—Pues a ver si es maja, que estoy de viejas gruñonas… alguna vez se podía quedar atrapada una modelo.
—Más quisieras… ¿Qué dice el jefe?
—Que si paga el otro, y la furgoneta arranca, que movamos el culo que ya vamos tarde. Y que no piensa pagarnos horas extras.
—Como si las pagase alguna vez… ¡Bueno hombre, qué tal vamos! ¿Ya está más tranquilo?
—Sí, sí. De verdad, que no saben cuánto lo siento. No les habré buscado un problema con su jefe, ¿no? Si es necesario, le llamo y hablo con él personalmente, exculpándoles de todo. De verdad, que no sé en qué estaba pensando. Tendría que haber puesto más atención. Lo siento muchísimo, no sé qué decirles.
—Bueno, hombre, bueno. Tampoco se lo tome así. Estamos todos bien y de los desperfectos ya se encargarán los seguros. ¿Ha llamado por lo de la entrevista?
—Sí, sí, ya lo he aclarado todo. Me han confirmado que mi entrevistadora aún no ha llegado, y que le avisarán de que llego tarde. Pero la mala impresión que voy a dar… No sé yo…
—¡Que no, hombre! Se lo explica y lo entienden. ¡Javi! Deja lo que estés haciendo y andando, que vamos a llegar tarde por tu culpa.
—¡Sí, hombre!
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Fotografía: Vit Brunner (flickr con licencia Creative Commons BY-2.0)