Yo soy la que siempre estuvo y siempre estará. Yo he inspirado a Molière, y a tantos otros que necesitaría una eternidad para decir sus nombres. Yo fui Dioniso y Mammón. Yo fui el Coyote. Yo soy una de los siete malditos. Yo soy Pluto.
Yo buscaré en lo más profundo de tus anhelos y pondré a tu alcance lo que ahí encuentre. Yo te despojaré de miedos, dudas y prejuicios. Yo te haré insensible a las penurias, ruegos y súplicas de aquellos que, estúpidos, no saben ver mi belleza. Yo te conseguiré todo lo que desees. Yo te daré poder, te daré prestigio, te daré riquezas. Cubriré tus recelos de joyas de valor incalculable, ahogaré tus remordimientos con más posesiones de las que puedas imaginar, silenciaré tu soledad con amantes rendidos a tu grandeza. Y tú me adorarás, como hicieron tantos en el pasado y harán en los siglos venideros, hasta el final de los tiempos.
Yo seré tu amante de por vida. Yo nunca te diré que no, nunca te rogaré que renuncies a nada. A cambio sólo te pediré que te inclines ante mí y me rindas pleitesía, y que inventes deseos nuevos para alimentarme. Yo sólo te exigiré que renuncies a todo: al amor de tu familia, a la amistad de tus seres queridos, a los sentimientos vacíos de cualquier valor material con los que tu sensiblero mundo trata de impregnarte. Y tú aceptarás mi trato, cegado por la soberbia y la vanidad, creyendo poder burlar nuestro contrato.
Cuando por fin te encuentre solo y vacío de ansias, yo te ofreceré una muerte fría, despojado de alma y abandonado por todos, pero dueño de todo. Tu corazón, pasto de los gusanos, me será entregado por la Muerte y lo guardaré en el cuarto círculo. Ese será el precio que pagarás por amarme.