¡Nuestra más cordial enhorabuena! Si ha llegado hasta este punto, significa que es usted el flamante propietario de una editorial en ciernes. Ha superado ya todos los obstáculos para ponerla en funcionamiento: ha gestionado el papeleo administrativo, ha establecido fructíferos acuerdos económicos con las imprentas, maquetadores, correctores, traductores y demás molestos pero necesarios sujetos, ha llevado a cabo labores de comunicación y marketing a través de vías convencionales y digitales, ha contratado a su primer escritor, dispone de vías de distribución… Su editorial es un éxito y se encuentra ahora en la tesitura de dar solución a los diferentes problemas del día a día del trabajo del editor.
El presente punto se centra en la difícil tarea de rechazar un manuscrito.
En numerosas ocasiones le presentarán obras que no se ajustan a su línea editorial o bien que no son de su agrado o que, objetivamente hablando, son una auténtica mierda. ¿Qué hacer en esas ocasiones? ¿Cómo encontrar una salida elegante y evitar herir los siempre frágiles sentimientos del escritor? A continuación le presentamos algunas de las situaciones más habituales a las que tendrá que hacer frente y las posibles técnicas a las que usted podrá recurrir para salvar tan incómodo momento. Evidentemente, no se trata de una descripción exhaustiva de todas las casuísticas, pero le será útil como punto de partida. Después, podrá basarse en su propia experiencia para dar con la solución óptima.
En primer lugar, permítanos diferenciar entre dos situaciones similares a la vez que muy diferentes: la intención de rechazar la obra de un autor novel o de uno ya consagrado, o al menos con alguna obra publicada con anterioridad.
a. Rechazo del manuscrito de un autor novel.
El primer caso es más sencillo. Se trata por lo general de autores sin grandes pretensiones, con el único y egocéntrico anhelo de ver su nombre escrito en la portada de un libro. En estos casos puede resultar de interés ojear el manuscrito, si dispone del tiempo necesario para ello. Si ofrece en su opinión una suficiente calidad literaria, valore que la oportunidad de llegar a un contrato beneficioso para usted es más alta y a un coste más reducido, si bien será necesaria una mayor inversión en promoción para dar a conocer a un autor desconocido. Considérelo objetivamente y si aún así no le convence, continúe leyendo.
Si cree que la obra no tiene ningún valor opte por la vía más rápida. No haga nada. Los autores noveles están acostumbrados a recibir el silencio por respuesta y eso le ahorrará tiempo y preocupaciones. ¿Ha oído hablar de la cláusula de silencio administrativo? Pues aplíquela en sus actividades cotidianas. Si esa metodología no se ajusta a sus prejuicios morales, puede optar por enviar un correo electrónico, que ha de ser lo más impersonal posible. Le aconsejamos vivamente que no comunique el rechazo por vía telefónica, ya que le obligará a dar mayores explicaciones y hacer frente a las imprevistas reacciones de alguien a quien ni siquiera conoce. Es usted demasiado importante como para perder su valioso tiempo escuchando súplicas y lloriqueos de un don nadie.
b. Rechazo del manuscrito de un autor ya publicado.
El segundo caso reviste de una mayor complejidad. Tiene que rechazar la obra de un autor que se vanagloria de haber publicado con anterioridad y que por tanto asume que todo lo que escriba será digno de llegar a las estanterías de las principales librerías del país. No tenga miedo. Ante todo, piense en el gasto que le supondría publicar y si es asumible para su empresa. Nunca ponga en duda que su beneficio personal está por encima de satisfacer el ego de algún escritorucho con ínfulas.
Aunque la presente situación le obliga a un trato más directo con el implicado, lo que nunca es agradable, cuenta con la ventaja de conocerle. Puede que incluso haya sido usted su editor con anterioridad, lo que facilita aún más las cosas.
Evalúe detenidamente su personalidad: ¿se trata de un escritor propenso a las depresiones? En ese caso no tire por tierra todo el manuscrito: indíquele, de forma pausada y amable, que no se ajusta a su línea editorial, que considera que el texto ha de ser revisado y pulido con mayor profundidad… Recuérdele ante todo sus éxitos pasados y señálelos como la base para otros futuros. Es fundamental que termine dándole un punto positivo a la conversación. No querrá cargar con el peso de un suicidio sobre su conciencia, ¿verdad?
Más riesgos entrañan los escritores de carácter fuerte o incluso agresivo. ¿Está usted seguro de querer enfrentarse con ellos a solas? Valore la conveniencia de instalar un botón de seguridad en su despacho conectado a la comisaría de policía más cercana. Si lo considera una medida exagerada, existen otras opciones a las que puede recurrir y que procedemos a enumerarle:
- No deje objetos arrojadizos a la vista del escritor. Asegúrese de no tener pisapapeles, marcos de fotos, paraguas, tazas… sobre la mesa. Si es posible, sustituya su portátil por un ordenador de mesa, más difícil de manejar.
- Antes de la llegada del escritor, tenga preparado un servicio de té. También podría ser indicado dejar a su alcance una botella de plástico con agua. Nunca una taza, por las razones explicadas en el punto anterior. Si es posible, añada al líquido algún tranquilizante natural o sintético.
- Contrate a una persona que ejerza como asistente durante el tiempo que dure la reunión. Está demostrado que la presencia de una tercera persona tiende a controlar los impulsos homicidas de algunos individuos. Si esa persona no va a estar presente en su despacho durante el encuentro, asegúrese de dejar la puerta abierta y de haberle instruido adecuadamente en el uso del número 112.
- No tiente al destino. Evite en lo posible las voces airadas y los insultos. Nada enerva más a un escritor rechazado de mal carácter que los gritos. Mantenga la calma, tómese unos segundos para respirar antes de cada respuesta.
c. Un caso particular: el erudito.
Le exponemos por último, las precauciones que debe tomar cuando se exponga al tercer tipo de escritor: el erudito. No se deje llevar a engaño: en apariencia será el más tranquilo de los tres y parecerá dispuesto a entrar en razón, pero en realidad se trata de un individuo taimado que buscará cualquier renuncio por su parte para publicar su obra. En lugar de recurrir a la fuerza o a las súplicas este personaje tratará de rechazar cualquier argumento mediante razonamientos enrevesados, sin otro objetivo que confundirle. No le siga la corriente o podría acabar aceptando que es usted un pato (y por supuesto al final se encontraría con su obra publicada). En lugar de eso, manténgase alerta y firme en sus respuestas. No de excesivas explicaciones. Sea corto y conciso y busque aburrir a su contrincante. Le aseguramos que se trata del método más efectivo, si bien es posible que después tenga que echarse una siesta por agotamiento mental.
Esperamos que estas indicaciones le hayan resultado de utilidad. Si cree que domina de manera adecuada lo aquí descrito, le recomiendamos que pase al Punto 8: Qué hacer cuando el escritor y el maquetador no tienen la misma visión de la obra y quieren obligarle a que se ponga del lado de uno de ellos.