Esto se acaba: un repaso (breve) a 2018

Ha llegado la hora de hacer balance. De sentarme delante del ordenador y pensar en cómo le ha ido el año a Relatos en construcción. En realidad, es un balance que va un poco más allá. Relatos en construcción es una extensión de mí misma, así que toca hacer autocrítica.

Las entradas que han llegado para quedarse

En general, ha sido un año positivo. No una explosión de color, un año épico, un éxito sin precedentes, pero ha ido bien. La crisis bloguera de 2017 quedó atrás y, a pesar de algún pico de trabajo que me ha impedido escribir lo que me hubiera gustado, la producción de entradas ha mantenido un buen ritmo. He publicado en total setenta y cinco entradas, una cifra que se acerca muchísimo a mi objetivo de dos a la semana (salvando agosto y semanas como esta en las que habiendo puentes de por medio no merece mucho la pena publicar porque estáis a otra cosa).

Curiosamente, la reseña más leída del año ha sido Esto es agua, de David Foster Wallace. Es una entrada de 2015, pero me alegra ver que el contenido del blog no es perecedero. Y ya sabéis que David Foster Wallace es uno de mis escritores favoritos. Mejor él que otros que también han pasado por esta bitácora.

Además de reseñas, he ido incorporando al blog algunos artículos sobre lectura y escritura, que ya están entre vuestros favoritos. Como os comenté en la entrada de cumpleaños, este tipo de contenidos continuarán, pero no aquí, sino en mi nueva web profesional (que ya debería estar hecha y aún anda en pañales. Ese es otro asunto). Los más leídos este año han sido Fases en la composición de un texto y Mecanismos de cohesión: Cómo lograr que tu texto forme un todo.

Siempre me siento un poco cohibida al revisar las cifras, porque sé que en comparación con otros blogs literarios mi índice de visitas es más bien pobre. Pero como no se puede tomar decisiones sin datos, ahí van los míos: 13.947 usuarios han visitado 42.846 páginas de mi blog este año. Un 44% de las visitas me llegan desde España, pero el porcentaje de visitantes sudamericanos crece cada día. Un 65% son mujeres y, aunque la cosa está bastante repartida, el grupo principal que suma el 50% de las visitas tienen entre 25 y 44 años.

¿Cómo llegan a Relatos en construcción mis visitantes? Pues el 63% a partir de Google u otros buscadores. Hay un 20% de lectores muy fieles que van directos a la web sin ningún paso previo (¡Gracias!) y a través del boletín me llegan muy pocas visitas, lo que me hace pensar que tengo que replantearme mi estrategia de suscripción. O, más bien, crear una. Deberes pendientes para 2019. En redes sociales, Twitter se lleva la palma con un 50% de las visitas, a pesar de que cada vez me paso menos por allí. Me siento más cómoda en Instagram, pero es una red que, si no eres profesional o tienes un volumen de seguidores muy alto, no te permite incluir enlaces.

Muchas lecturas, lecturas regulares.

El segundo paso sería revisar mis lecturas. ¿Ha sido un buen año? No. Al menos no lo siento así.

A nivel cuantitativo, ha sido una exageración: Mi objetivo eran 52 libros y Goodreads «me chiva» que he leído 108. Eso significa que he leído bastantes más, probablemente en torno a los 130, si tenemos en cuenta todos los álbumes ilustrados infantiles que he leído en los últimos meses por mi trabajo como librera y alguna que otra relectura. De aquí a fin de año caerán un par de ellos más.

Pero no me voy a llevar a engaños: leer mucho está bien, pero lo importante es leer bien. Y ahí la cosa ha sido más floja. 

2018 ha sido el año en el que he aborrecido la autoficción, con una o dos salvedades. Para escribir buena autoficción tiene que suceder una de dos cosas: o partes de una historia muy interesante (y, no nos engañemos: la mayoría de los escritores no tienen una vida tan emocionante como para que merezca la pena contarla) o tienes una prosa deslumbrante. O ambas. Es esta una combinación rara y poco frecuente. De lo leído, tal vez quien mejor encaja es Eduardo Halfon, que me ha enamorado porque sabe extraer de lo particular los sucesos que apelan a las emociones universales. Este año he leído ¡Oh, gueto, mi amor!, editado por Páginas de Espuma, Monasterio, de Libros del Asteroide y Biblioteca Bizarra, de Jekyll&Jill. Tal vez me quede con el último por esa manía que me lleva a leer sobre libros. A pesar de que sigo pensando que la portada es horrible.

2018 ha sido el año en el que los autores sudamericanos han ganado por goleada. Sigo leyendo muchísima obra traducida, algo que espero corregir con mi Reto de lectura 2019, pero entre las voces hispanas, no ha habido ni punto de comparación. Además de Halfon, me he «enamorado» de Mariana Enríquez y Los peligros de fumar en la cama, de Andrés Barba y su Agosto, Octubre o de Pedro Mairal y la magnífica La uruguaya. Son tres autores de los que leeré más en los próximos meses, estoy segura. La única excepción que recuerdo es Kanada, de Juan Gómez Bárcena, que me ha resultado una obra inteligente y deslumbrante.

2018 ha tenido como protagonista el relato. El relato, o la novela corta, o la nouvelle o como queráis llamarlo. También es el año en el que las editoriales han decidido publicar relatos pero disfrazarlos de novelas acompañadas de ilustraciones, algo que considero absurdo y que además parece que solo tiene por objetivo encarecer el precio del libro con un contenido más bien escaso. Pero, al margen de eso, lo mejor que he leído son antologías. He descubierto a un Bram Stoker que me ha revuelto las entrañas, he reencontrado los relatos de fantasmas de la mano de Mariana Enríquez o del magnifico Bernard Quiriny que, con sus Cuentos carnívoros, es una de mis mejores lecturas del año. He vuelto a Bunker, pero no a otros autores que me encantan, más por falta de tiempo que otra cosa.

En 2018 la novela gráfica ha sido la reina. Ya sé que este género no apasiona a los lectores del blog, pero yo disfruto mucho con los cómics o novelas gráficas. Y, en ese campo, 2018 ha estado sembrado de obras arriesgadas y deslumbrantes. Cuando en prosa todo parecen modas y repeticiones, en el campo gráfico hay mucha más variedad. O parece haberla. No me cansaré de recomendaros Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris, pero además he terminado de revisar la obra de Álvaro Ortiz (me quedo con Rituales), he disfrutado de la revisión de cuentos clásicos que podría ser Belleza y me he adentrado en sagas que bien merecen la pena, como Trees o Sex Criminals. Pocas cosas leídas en ese campo no me han gustado. Por supuesto, si queréis algo desvergonzado y crudo, os voy a recomendar Predicador, obra en la que voy avanzando poco a poco, porque quiero que me dure. Seré de las últimas personas de este universo que la han leído.

2018 se queda sin libro del año. Mi tatuador lo lamentará. No ha habido una lectura que haya destacado, que me haya roto por dentro. Pero sí hay algunos libros que han destacado por encima de los demás. Me ha gustado en especial Los reyes de la mudanza, de Joshua Cohen, editado por De Conatus (una editorial que está haciendo un trabajo muy bueno y  de la que os seguiré hablando porque tengo un par de libros suyos en la mesilla). Sajalín ha sido la editorial que más he leído y disfruto como una niña con cada una de sus historias de criminales impertérritos ante la vida, pero creo que el gran descubrimiento de su catálogo ha sido Osamu Dazai. Indigno de ser humano es una joya literaria. También he disfrutado mucho con Nueva Madre, una novela breve de Eugene Fisher editada por Cerbero, que nos demuestra que la ciencia ficción en el sentido más clásico de rebuscar en los conflictos humanos aún está presente´y no se va a ninguna parte.

Fuera del blog

Para terminar, y saliendo del territorio virtual que es Relatos en Construcción, ha sido un año en el que me tendría que haber esforzado un poco más, pero que se salda con una colaboración que me ha hecho especial ilusión: escribir el prólogo del fancine del colectivo Las Malas hierbas dedicado a las elegías animales.

También he escrito un par de reseñas sobre libros y cine para Cine y otras drogas, y espero poder colaborar con alguna entrada más durante 2019, aunque el último semestre del año se me ha hecho muy cuesta arriba por cuestiones de trabajo.

Los sellos Destino y Seix Barral han tenido a bien incluirme en el «grupo de prensa» gracias a María Arana (y a la gente que me recomendó). Gracias a ello he tenido la oportunidad de entrevistar a autores como Clara Usón y Federico Axat y a estar con Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza, por ejemplo. Un lujo que he disfrutado enormemente.

Pero, sobre todo, ha sido un año donde por fin he dado el salto para dedicarme a lo que quiero: escribir contenidos para terceros y vivir rodeada de palabras y papeles (e ISBN, que son menos divertidos). Aún me falta muchísimo camino por recorrer y un montón de miedos y vergüenzas que tirar a la basura, pero tengo la sensación de, al menos, moverme en el entorno en que quiero estar.

Con esto termino el resumen del año, dándoos las gracias a todos los que me leéis aquí, los que me enviáis mensajes en redes y me recomendáis libros o abrís mi mente a lecturas diferentes. Es un placer disponer de este rinconcito en el que intercambiar opiniones y descansar del día a día.

¡Feliz 2019 a todos! 

Fotografía de portada: Jeanne Menjoulet (Flickr con licencia creativa CC atribución)

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