Con motivo de la conmemoración del Día del libro infantil y juvenil, la Biblioteca Foral de Bizkaia ha organizado por tercer año las jornadas Construyendo lectoras y lectores, un encuentro destinado al público en general y, en especial, a padres, bibliotecarios y profesores, entre otros. Si el primer año las jornadas se dedicaron al papel de los mediadores en el fomento de la lectura y el segundo a los clásicos (podéis leer mi resumen de la jornada aquí), en esta tercera edicion se ha planteado el tema «La construcción de valores no-sexistas en la literatura infantil y juvenil«.
A nivel mundial, la celebración la organiza el International Board on Books for Young People (IBBY) quien, como todos los años, ha seleccionado un texto y una ilustración para conmemorar la fecha. La imagen es de Ziraldo y el texto que podéis leer si pincháis en ella es de la escritora brasileña Luciana Sandori.
A continuación os dejo con el programa (si clicáis en él, podréis verlo en su totalidad).
Este año tampoco he sido muy afortunada en cuestiones de agenda, así que sólo he podido asistir a la segunda jornada y mi resumen se va a ajustar a lo dicho ahí.
Consideraciones para crear cuentos
La primera conferencia corrió a cargo de Patxi Zubizarreta (Ordizia, 1964), licenciado en filología vasca y escritor y traductor muy vinculado a la literatura infantil y juvenil.
Intercalando en su intervención fragmentos de un cuento sobre un grupo de niños vascos que son enviados durante la guerra civil a Inglaterra, Zubizarreta habla de la casualidad, de la suerte como origen de las historias, pero que, una vez surgen, ya no se puede dejar nada al azar: nada es neutro.
El escritor se verá en la obligación de escoger el género literario: masculino (asociado a la narrativa, a la fuerza…), femenino (poesía, sensibilidad…) o neutro (teatro). También tendrá que adentrarse en la elección de las 3P: personaje, pasión y paisaje:
«Para mí una novela era -y sigue siendo- una historia inventada encaminada a explorar las contradicciones que anidan en el corazón humano y, por tanto, requiere, al menos, un hombre, un paisaje y una pasión» (Delibes, 1996: 93).
A la hora de abordar la literatura infantil y juvenil hay que ser consciente de una cosa: los niños son como papel de seda, todo lo que pase sobre ellos les dejará marca y, por supuesto, no son indiferentes a la literatura. Sin embargo, la influencia de la literatura en el niño es cada vez menor, no por eso menos importante, pero es tan sólo una mirada, un punto de vista que se une a muchos otros. Pero ahí radica el don de los libros: en ayudarnos a encarar que no todos tienen acceso a esas miradas.
A la hora de afrontar cuestiones de género, la tradición ha resultado deteminante: en muchos casos las narradoras han caído en el olvido y también es frecuente que recordemos con mayor nitidez a los personajes masculinos, aunque su papel no resulte tan determinante. También se observan estos aspectos al abordar la raza (pone el ejemplo de Aladín donde, cuanto más malo es el personaje, más marcados son sus rasgos árabes, mientras que el protagonista aparece occidentalizado).
Hoy en día nos vemos en la tesitura de tener que reinventar casi todo: cambian los roles, las relacioens, los comportamientos… La clave, más allá de de trabajar en la igualdad de los derechos de la mujer, está en que el mundo femenino tiene que resultar atractivo para el hombre. Y, para lograrlo, resulta fundamental la labor de selección e identificación de las obras que recae en los mediadores: bibliotecarios, maestros…
Un problema a la hora de abordar la igualdad en la literatura infantil es el riesgo de eliminar la diferencia en la obra, de buscar reflejar esterotipos que la sequen y la dejen sin sustancia. A veces hay censura, otras veces incluso autocensura por parte del autor. Los editores tienen miedo a que los niños no se identifiquen con protagonistas femeninas y viceversa y, en general, prefieren publicar un libro bueno que un libro excepcional, porque la excepcionalidad les resulta muy complicada de manejar. Los autores, por su parte, son conscientes de qué enfoques van a ser mejor recibidos y qué aspectos no deberían tocar, y eso genera una presión añadida.
En general, no hay tantos escritores que sepan crear historias para niños y el panorama es aún gris, aunque poco a poco se va superando esta tendencia
Descodificando valores, arquetipos, modelos, roles
En la segunda parte, planteada como mesa redonda aunque en realidad las tres intervinientes expusieron sus cuestiones por turnos, se tocaron algunos aspectos muy interesantes:

Asun Agiriano (Arrasate, 1963) es licenciada en filosofía, trabaja como bibliotecaria, ha colaborado con revistas y periódicos y realiza guías o listas de libros recomendables en literatura infantil y juvenil.
Desde su experiencia como bibliotecaria, está observando que cada vez más los padres le piden libros «para» (libros para no tener miedo por las noches, libros para ir al baño…) y, aunque no cree en la «curación» a través de la literatura, pueden llegar a ser instrumentos interesantes para plantear una realidad y facilitar vías de ayuda. El problema es que a veces se cae en historias «prefabricadas», que inciden demasiado en estereotipos. Además, las editoriales están sobrecargando en responsabilidad a los autores, al exigirles escribir «para solucionar algo», para afrontar un conflicto concreto y solucionarlo con miras a un objetivo.
Aún así, el libro tiene un claro papel formador, pero para que su potencial sea aprovechado, es necesario que se escoja de forma muy minuciosa y que no se le entregue al niño sin más, sino que se lea y se compartan experiencias con él.
Entre algunos ejemplos de lo que se está haciendo, destaca la colección «handitan» de la editorial Ibaizabal: enfocada a enseñar a los niños profesiones, ofrece una visión de género muy tradicional y limitada (niñas médico, niños futbolistas…) y le hubiera gustado que fuera diferente. Otro ejemplo interesante es Arturo y Clementina, de Adela Turín, un cuento surgido con el auge de los movimientos feministas y que, a pesar de tener un mensaje muy claro y explícito para reflejar la situación de la mujer, fue muy criticado. Otro caso que le parece un error es la serie Érase dos veces, una readaptación de los cuentos tradicionales donde se les ha desprovisto tanto de los aspectos más sexistas que se ha eliminado el conflicto. Y entonces, ¿qué lección van a aprender los niños? En su búsqueda por librarse de ideologías crean una nueva. Para que un cuento sea cuento necesita de un final abierto, un conflicto evidente y personajes que no sean planos.
A pesar de la preocupación sobre lo que transmiten los cuentos tradicionales, no podemos darles la espalda, sino que tenemos que ser capaces de ver los problemas que se plantean. Algunos casos muy interesantes, con adaptaciones inteligentes de los clásicos podrían ser, dentro de la colección Te cuento, de Alkibla editorial, Caperucita roja, de Patxi Irurzun, orientado hacia el caso de la desaparición de Marta del Castillo y con reflexiones interesantes acerca del acoso en la adolescencia, y La sirenita de José Ovejero, sobre la inmigración. También Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl, un libro muy incorrecto y gamberro. En su mayor parte suelen ser obras de autores consagrados en la literatura para adultos.
Es muy difícil plantear temas y conflictos en la literatura juvenil, más que en la infantil, pero poco poco van apreciendo casos. Es fundamental poner el foco en este tipo de obras y, sobre todo, hacer una buena selección.
Y, como reflexión final: que la preocupación por la igualdad no nos ahoge, ni como lectores ni como como autores creativos.
Arrate Egaña (Errenteria, 1963), licenciada en filología hispánica, es escritora de libros infantiles y juveniles, ha trabajado en centros de educación secundaria y actualmente está en el Instituto Vasco de evaluación e investigación educativa.
No debemos olvidar que la literatura es, ante todo, un arte. Es cierto que los libros tienen una responsabilidad muy grande, pero están unidos en exceso al currículo escolar, se les obliga a transmitir una serie de conceptos que pueden llegar a resultar pesados, aunque se ve que cada vez hay escritores más concienciados capaces de expresarse de forma natural pero a la vez no sexista. Eso no quita que aún haya libros muy aburridos, «machacones», a los que se les ve demasiado el plumero.
Una de las preocupaciones del escritor es si el enfoque no sexista influirá en la credibilidad de sus obras, porque la realidad social impulsa una serie de condicionantes que se alejan del «óptimo» que queremos transmitir. Pero en su opinión esto no debería ser una traba, ya que lo que nos traemos entre manos es ficción. El arte tiene que ir por delante de la realidad. Otra de las cuestiones es la identitaria, si se identifican los chicos con personajes femeninos y al revés.
A pesar de que parece que se ven avances, algunos estudios, como el de Julen Gabiria, muestran que los protagonistas son chicos en más de un 65% de las obras estudiadas, los niños y niñas siguen manteniendo roles tradicionales (ellos inteligentes, fuertes, traviesos, con mejores ideas…; ellas en segundo plano, buenas estudiantes, miedosas, habilidosas…) y las niñas no encuentran figuras de su edad con las que identificarse en los cuentos (los personajes femeninos suelen ser madres o abuelas).
Con respecto a los clásicos, debemos respetar nuestra herencia, ya que han formado parte importante de un gran colectivo, no los podemos despachar sin más, pero sí tenemos que ser conscientes de qué chirría en esos cuentos a la hora de planteárselos a un niño.
Josune Muñoz (Bilbao, 1967) es filóloga vasca y especialista en investigación, análisis y enseñanza de la literatura y el cómic creado por mujeres.
Los nuevos lectores son, sobre todo, visuales, y el nuevo espacio pedagógico que se está creando puede y debe trabajar a partir de la imagen.
El mundo del cómic tiene una complejidad curiosa: siempre ha estado menos censurado que la literatura infantil y juvenil, lo que nos ofrece un abanico enorme de material que va desde lo igualitario a lo sexista, pasando incluso por conductas misógenas, algo que se puede aprovechar de forma positiva para enseñar dónde se encuentran las fronteras y creando lectores críticos que sean capaces de darse cuenta de cuándo no hay una igualdad real en el material que se pone a su disposición. Ese mismo efecto puede lograrse si creamos series de portadas de libros a lo largo de la historia.
Respecto a los clásicos, es un momento para abordarlos desde otros puntos de vista, más interactivos y con una mayor intencionalidad.
En la literatura actual ve un muy preocupante buenismo, una actitud centrada en prolongar las situaciones positivas, sin conflictos, que alejan a los niños de la realidad que les rodea y les dificulta estar preparados para lo que les podría suceder.
Construyendo lectores con imágenes
Para terminar y como novedad, este año varios ilustradores han participado en las jornadas con sus trabajos, que se expusieron en la segunda planta de la Biblioteca Foral de Bizkaia:
4 comentarios en “Construyendo lectoras y lectores (III)”
No puedo expresar con palabras el hartazgo que me produce la eterna queja sobre la infrarrepresentación de las mujeres en la literatura. Puede que hasta sea verdad, pero se hace tannnnnnnnnnnnnn pesado…
Te entiendo. Aunque he de decir que, si bien al principio no iba muy contenta a la jornada, me gustaron mucho los planteamientos desde el punto de vista del escritor y de las editoriales, el problema que se les plantea, cómo están intentando mantener el aspecto artístico en primera línea…
Disculpa Iván pero tu comentario, además de no aportar nada, me parece totalmente desacertado.
No es que puede que sea verdad. Es verdad y además es un tema muy importante que trabajar y solucionar.
Leire
ES cierto, pero también lo es que ahora mismo se ensalza cualquier obra escrita por mujeres y, lamentablemente, eso significa que, con un objetivo meramente recaudatorio por parte de las editoriales, se están dando por buenas obras que no valen nada. Flaco favor se está haciendo entonces.