Los párrafos a continuación han sido extraídos de la novela de ciencia ficción Solaris, del polaco Stanislaw Lem.
Salimos al cosmos preparados para todo, es decir: para la soledad, la lucha, el martirio y la muerte. La modestia nos impide decirlo en voz alta, pero a veces pensamos, de nosotros mismos, que somos maravillosos. Entretanto, no queremos conquistar el cosmos, solo pretendemos ensanchar las fronteras de la Tierra.
No buscamos nada, salvo personas. No necesitamos otros mundos. Necesitamos espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Con uno, ya nos atragantamos. Aspiramos a dar con nuestra propia e idealizada imagen.
El ser humano puede abarcar muy pocas cosas a la vez, tan solo vemos lo que ocurre delante de nosotros, aquí y ahora. Evidenciar una multitud de procesos simultáneos, de algún modo relacionados entre sí, o incluso complementarios, supera nuestra capacidad. Es una limitación que experimentamos incluso en contacto con fenómenos relativamente sencillos.
Sí, hay que fingir, hay que mentir, siempre lo mismo. Pero es porque dentro de mí se albergan pensamientos, intenciones, esperanzas crueles, maravillosas y asesinas, de las que no sé nada. El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos, o sus oscuras puertas atrancadas.
De entre aquella riqueza de ideas que apuntaban en múltiples direcciones, una de aquellas hipótesis tenía, por necesidad, que ser cierta; era imposible que la realidad divergiera por completo, que fuese distinta a todas y cada una de las miríadas de propuestas lanzadas.